CAPITULO 1: No lo hagas, Ángela.

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—No lo hagas, Ángela.
—¿Qué es lo peor que puede pasar?

Andrea volteó los ojos y formó el tipo de gesto que se suele usar para indicar fastidio.

Sí, a veces puedo ser fastidiosa, no lo niego.

—¡Se va a burlar de tí! ¡Le va a contar a sus amigos! ¡Vas a ser el bufón de todo el maldito preuniversitario! Después no vengas llorando porque quieres desaparecer de la faz de la tierra, avergonzada. Te conozco.

Bien, les cuento un poco de que va nuestra pequeña discusión. Ella es la voz de mi conciencia y está evitando que me confiese a mi nuevo amor. Sí, estoy enamorada otra vez y te prohíbo voltear los ojos con fastidio cuando leas esto, porque esta vez es en serio. ¡Es el chico más hermoso del mundo! Sus ojos rasgados, su cabello azabache, su mirada dulce y penetrante son todo lo que me pone a temblar como una hoja a punto de caer de un árbol en otoño. Esto no responde a la pregunta, pero si ayudará para que comprendas la naturaleza de mi fantástica idea.

Le mandaré cartas a la antigua. Sí, justo de ese tipo de cartas que estás pensando: cartas de amor. Pondré un poco de palabras cursis en ellas y, aprovechando que se acerca el día de San Valentín, las dejaré en su mesa de trabajo, firmadas de manera anónima, por supuesto. Él las leerá y caerá rendido a los pies de esta chica de prosa tan perfecta—o sea, yo—, intentará saber de quien se trata y cuando se lo revele ( el día catorce de febrero) me abrazará y me besará pronunciando frente a todos que soy el jodido amor de su vida. ¿Hermoso, verdad? ¡A mi también me parece increíble! No veo por qué tiene que salir algo mal.

Me encojo de hombros ante la negativa de mi amiga.

—Ese chico es el amor de mi vida. ¡No me voy a quedar sentada viendo cómo camina frente a mi sin hacer nada!.—bufé— Que decepción, Andrea Rodríguez, pensaba que me apoyarías siempre.

—¡Y te apoyo!

—¿Que tiene de diferente esta vez?

—¡Que siempre haces lo mismo!¿No lo ves? Tienes una capacidad envidiable de fijarte siempre en el tipo equivocado. ¿Acaso no recuerdas todo lo que sucedió antes y cómo terminaste?

Claro que lo recordaba. ¿Cómo no hacerlo? Han sido dieciocho años de amores no correspondidos, uno tras otro. Si me preguntas incluso podría enumerar sus nombres. Eso si no contamos los flechazos que he tenido con chicos que sólo he visto una vez en mi vida y nada más, como aquel que conocí en una piscina durante el cumpleaños de una prima lejana.

Era el verano del mismo año en el que cumplí los dieciséis, y estaba muy emocionada porque después de unos agotadores diez meses, ¡iba a ir a la piscina de un hotel! Mis amigos siempre hablaban de lo increíble que eran y yo ardía en deseos de saber cómo se sentía ir a una de esas.

El día transcurría normal, claramente me metí al agua en el mismo instante en que llegué, mas no contaba con que media hora después, conocería a uno de los chicos más lindos que había visto hasta el momento. No, no se imaginen a un dios griego, sobre todo porque no lo era. Pero algo detrás de su fachada bonita me llamó tanto la atención, que estuve mirándolo con ojos coquetos durante todo el maldito día. Él no se dio cuenta, o tal vez sí, el caso es que no lo supe porque la tarde llegó rápido y, como ellos no eran de Camagüey —la provincia en la que yo vivía y en la que nos encontrábamos en ese momento—, tenían que irse antes de que la noche cayera. Ese día tuve un flechazo importante que no sabía que años después, me costaría unas cuantas lágrimas.

Bueno, volviendo al tema que nos compete, estaba segura de que este chico, el de ojos rasgados y andar seductor, era el amor de mi vida. Mi chico destinado. Este iba a marcar la diferencia entre tantos otros intentos fallidos de amar.

A través de sus ojos. Where stories live. Discover now