Lucía sintió frío y se volvió en la cama en búsqueda de la calor perdida, extendió su brazo y se encontró sola. No es que Tarigh hubiese hecho por acercarse a ella en toda la noche, pero su simple presencia a un palmo de su cuerpo irradiaba el calor suficiente para mantenerla en un cómodo sueño.

Tras asearse ella y  a Bollito, dalle comida y agua que reclamaba con maullidos insistentes, puso el pie fuera del departamento. El comandante hacía un rato se había marchado. Le había pedido permiso antes de dormir para usar la biblioteca para no se qué reunión con su plana mayor. Ella no puso ningún obstáculo. Envuelta en mantas y tibieza no tardo en caer en el sueño más profundo y reparador de su vida.

Pero el ruido que venia de la parte del comedor la hizo asomarse a una de las barandas para ver que ocurría. Algunos guerreros salían de el pasillo de la enfermería, otros permanecían en alerta. No había sonado la alarma de ataque, no podía pasar nada en exceso grave. ¿O sí? Bajo con rapidez las escaleras, uno de los guerreros la adelantó apenas saludándola, llevando en sus manos una caja que parecía hecha de fina madera labrada. Se introdujo en el pasillo de la enfermería, lo que le pareció más misterioso.

Respiró hondo, el pueblo del arca no parecía en exceso alterado ,aunque sí expectante. No quiso mostrarse ansiosa, e intentó seguir bajando a un paso mesurado a pesar del murmullo creciente en el comedor.



Elena la atrapó nada más poner el pie en el ultimo escalón.

––¿Sabes lo que ha ocurrido?––preguntó la doctora––. No me dejan entrar hasta la enfermería. El comandante y Soreigh están allí desde hace minutos.

––¿Ha habido algún herido o ataque? Acabo de despertar––respondió Lucía.

Su hermana también bajaba las escaleras de la mano de su compañero, ambos con cara de extrañeza ante el revuelo que se notaba en el arca.

––Buenos días. ¿Qué demonios ocurre?––preguntó Laura a las otras mujeres que permanecían juntas.

––Al veros bajar creímos que traerían la respuesta––respondió Lucía.

Deigh se encogió de hombros.

––Nos despertó uno de los guerreros para no sé que reunión en la biblioteca a la que debía acudir, solo bajé para dejar en vuestra compañía a mi compañera––igual que todos, su vista se fijó en el epicentro del jaleo que por momentos parecía disminuir.

Decidida, Lucía dio un paso al frente.

––Soy la alcaldesa, es mi responsabilidad conocer qué ocurre de primera mano. Esperad aquí.

Decidida se encaminó hacia el pasillo de la enfermería que era de dónde precia surgir todo el trasiego. Freno en seco a a penas un metro de él cuando Tarigh apartaba a dos guerreros que formaban barrera para que nadie pasase.

––¿Lucía?––dijo con voz seria.

––¿Qué ha ocurrido comandante? Tus hombres parecen en alerta.

––Nada grave, un contratiempo solucionado, aunque quizás debí pedir permiso, pero siendo una de las afectadas de los «Sin Pueblo» y no tener aquí familia, no se me ocurrió––comentó Tarigh algo incómodo.

––¿Le ha ocurrido algún percance a la joven Danielle? No ha nacido aquí, pero la consideramos ya parte de nuestro arca.

––Eso temimos la doctora Soreigh y yo. Pero es algo más mundano y no es peligroso. Está sana y salva. Solo que será reclamada como compañera por uno de nuestros soldados, el que siempre ha sido su guardián.

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