Ambos bajaron las escaleras sin poder evitar mirarse con adoración de vez en vez, Conan seguía asombrado del cambio físico de Roy. Sus hombros estaban más anchos, al igual que el resto de su cuerpo y parecía más fuerte que antes. Aunque podía notar que tanto su carisma como su voz no habían cambiado mucho.
Apretó la mano del castaño entre la suya y juntos llegaron a la sala donde se hallaban reunidos Amelia, la madre de la misma y la mamá de Roy quien abrió sus ojos al ver al rubio y se irguió, impactada.
—¡Conan! —exclamó la señora Amanda acercándose para abrazarlo con fuerza y ánimo—¡oh, mi Dios, has vuelto! Que felicidad, ha sido tanto tiempo—se alejó para mirarlo de pies a cabeza—¡mírate, estás tan guapo!
—Usted se ve radiante, señora Beckman—Conan sonrió con añoranza.
—Oh, bueno, muchas cosas han cambiado por aquí, ya te pondremos al día—comentó emocionada—¿volviste por mi muchacho?
—Por supuesto que volvió por mí—afirmó Roy abrazando al rubio por detrás, Conan se sonrojó esbozando una pequeña sonrisa—y ambos tenemos que ponernos al día, así que me lo llevaré por.... No lo sé, quizá dos días enteros—Conan abrió los ojos sorprendido.
—¡Roy! —exclamó riéndose.
—¿Qué? Tenemos mucho que hacer, fueron cuatro malditos años en los que te extrañé como nunca—dijo con sinceridad y Conan sintió que sus mejillas se calentaron, podrían pasar siglos, pero jamás podría acostumbrarse a lo honesto que Roy era con sus sentimientos.
—Déjalo llegar, hombre—se cruzó de brazos Amelia, divertida—debe estar cansado.
—De hecho, va a estar más cansado después.
—¡Roy, por Dios! —exclamó Conan rojo de vergüenza dándole una palmadita en el brazo a modo de regaño, las carcajadas resonaron en la sala y eso no hizo más que abochornar al rubio.
—Así que no me llamen, familia. Voy a estar ocupado—y en contra de los regaños avergonzados del rubio lo arrastró de la mano hacia la puerta, sonriendo emocionado y con la calidez en su pecho amenazando con quemarle el corazón que latía con fuerza.
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Mi Chico Revoltoso
RomanceConan Freeman vive bajo las reglas de unos padres egoístas que solo quieren aceptación social y mantener su estatus de familia honorable a costa de la pulcritud con la que han criado a su hijo; Roy Beckman le importa poco lo que piensen de él y solo...