Asiento en dirección a Aslan, quién responde con un movimiento de su cabeza antes de chasquear sus dedos para que algunos guardias con ametralladoras se acerquen hacia la mesa donde se encuentra la familia del cadáver que mancha la suela de mis tacones.

—¡Espere...! ¿¡Qué están haciendo...!? ¡No pueden...!—

Las palabras de todos los miembros de la familia brasileña, mueren en el momento en que nuestros hombres disparan hacia todos ellos sin miramiento alguno. Observo con una pequeña sonrisa de satisfacción, como sus cuerpos se sacuden ante los impactos de las balas hasta que no queda ni uno con vida, río con maldad antes de que el olor a sangre llene el espacio.

—Ahh, el aroma de la sangre...— muerdo mi labio inferior— mi favorito, sin duda—

Un nuevo silencio cae en toda la sala, hasta que Xander lo rompe de nuevo con su voz formal y juraría que suena como a un político, en plena campaña electoral.

—Ahora...¿gustan querer sentarse, señores?—

Los invitados, no dudan en hacer caso a la petición de mi marido y vemos cómo todos se comienzan a sentar en sus respectivos lugares hasta que quedan en el medio solamente cuatro personas que son mi interés, vuelvo a chasquear mis dedos para que los guardias se muevan para tomarlos a todos.

—¡No me toquen!— grita Carina Greco— ¡No tienen derecho a tocarme...!—

—¡No se les ocurra ponerme una mano encima!— chilla Celeste— ¡No me toquen, cabrones hijos de puta!—

—¡No pueden hacerme esto!— exclama el padre de Tania Rossetti— ¡Soy una víctima de ustedes...!—

Darío es el único que no dice nada mientras que los guardias los obligan a postrarse de rodillas frente a mi esposo, camino para colocarme a su lado mientras que atan las manos de los causantes de la guerra detrás de su espalda, los ojos azules de Carina y Celeste me miran con un odio profundo pero en el fondo veo un miedo ante lo que pueda hacerles.

La mirada de Darío, coincide un momento con la mía y quiero reírme ante cada una de las emociones tan patéticas que cruzan por sus ojos, Xander se ríe al notar antes de que se acerque a darle unas pequeñas palmadas en las mejillas, como si lo estuviera consolando. Cosa que hace gruñir al italiano para alejarse de su toque, pero las manos en sus hombros se lo impiden, mi marido no duda en burlarse de sus expresiones.

—No te pongas a llorar en este momento, pequeño Greco— todos los de la Bratva, nos reímos— ya perdiste desde hace mucho, nunca tuviste la posibilidad de estar con una mujer como ella—

—Fue mía también, Novikov. No se te olvide— sisea.

—Ajá, lo fue. Más...— tira su cabello con fuerza, obligando a Darío a mirarlo— hazte la pregunta, ¿cuántas veces no se acostó contigo conmigo en su mente? ¿Imaginando que era yo la que la hacía mía y no tú? Darío Greco, tú eres un inútil hasta en la cama. Ella nunca es, fue, ni será tuya, Darío. Por que siempre estuvo destinada a mí—

—Y eso, nunca va a cambiar— respondo con seguridad, mirando mis anillos en mi dedo— ni siquiera tú, Greco. Nunca lo pudiste cambiar, por que siempre ha sido él—

—¿Ves?— Xander se ríe de su rostro— así que, ve matando la esperanza tan patética que tienes de que ella, alguna vez te vea de la misma forma que me ve a mí. Ahora, quiero que veas que todo aquello que te has robado, vuelve a sus dueños—

Con esas palabras, lo suelta para volver a mi lado y mirando a cada uno de los invitados antes de mirarme y asiento con una gran sonrisa. Vuelve a carraspear para llamar la atención de todos mientras acomoda las mangas de su saco con cierta arrogancia que me encanta, niego divertida.

El amor del ZarWhere stories live. Discover now