Capítulo 8

12.9K 1.1K 202
                                    

Valentina

Abro los ojos cuando la alarma de mi teléfono suena, suspiro de tranquilidad al sentir mi cuerpo y mi mente relajadas. Después de un mes tan agotador, siento que las cosas puedo tomarla con más, abro los ojos encontrándome con el techo de mi habitación.

Me estiro ronroneando como un pequeño gato, me doy la vuelta entonces mi mirada se concentra en el ramo de lirios anaranjados y rojos sobre mi mesa de noche. Sonrío al verlos.

Son realmente hermosos

Siempre me han fascinado los lirios, tienen algo especial que cuando los veo, hacen que mi día sea mejor, por más oscuro que sea. Acaricio uno de los pétalos con mi dedo suavemente.

—Me sigo preguntando, ¿de dónde salieron?— hablo al aire— pero, gracias. Me han dado ese momento de tranquilidad que necesitaba—

Salgo de la cama, terminando de estirarme por completo. Hoy era un día pesado también, una de las construcciones me está dando muchos dolores de cabeza y estoy a nada de quemar todo el maldito edificio.

Paciencia

Para sumarle, el imbécil de Darío, sigue de insistente; ya perdí la cuenta de cuantos repartidores he asesinado por traer sus estúpidos arreglos florales que me tienen hasta la coronilla.

Odio la rosas

Solía amarlas, pero desde que destruyeron el jardín de mi madre sin importarles el valor sentimental, que les tenía. Les tengo un odio profundo me hace recordar a lo sola que he estado los últimos quince años de mi vida desde que mis padres murieron.

Los extraño

Sacudo mi cabeza, para alejar los pensamientos negativos y deprimentes. No me llevarán a ningún lado, pero el lado bueno de las cosas es que; no estoy tan sola como parezco.

Tengo a Xander y Dimitri

Entro a mi vestidor tomando un conjunto deportivo para ir a correr un rato, ato mi cabello en una coleta alta y salgo de mi habitación. A esta hora, la mayoría de las personas están dormidas a excepción de Elisa, que se levanta a la misma que hora que yo.

—Buenos días, señora—

—Buenos días, Elisa— sonrío— temprano—

Suspira con una pequeña sonrisa.

—La costumbre, señora—

Comienzo a estirarme un poco, antes de hacer mi rutina.

—¿Correrá?—

—Sí, desde que está pasando todo esto, no había tenido tiempo de hacerlo, pero ahora las cosas están mejorando un poco—

—Eso es bueno, señora—

Suspiro, mientras doblo mis rodillas un momento.

—Ha sido un mes estresante— admito— algunas obras me están dando muchos dolores de cabeza, sin contar al imbécil de Darío—

Elisa, suspira también con cierta diversión.

—Solo porque dio la clara orden de tirar a matar, si solamente se le ocurre aparecerse a un metro de distancia de la casa— niega— que hombre tan insoportable—

—Ni que lo digas— espeto— pero, es agua pasada. Aunque no pueda decir lo mismo de los repartidores—

—Ellos no tienen la culpa, señora— me da una mirada con cierta desaprobación— solo hacen su trabajo—

—Lo sé, Elisa— respondo— pero en nuestras líneas, aquí nadie se salva— me encojo en hombros— todos somos daños colaterales—

—Tiene un punto, señora—

El amor del ZarWhere stories live. Discover now