Todo parecía tan lejano en el tiempo ahora. La imagen de su primera única pareja se borraba de su mente, apenas quedaban allí algún gesto o sonrisa o momento juntos. Ni siquiera supo si lo amó de verdad. Las parejas eran más cuestión de llevarse bien, de mutua compañía y de intentar tener descendencia que la concepción romántica de siglos atrás.

Ambos habían sido compatibles como amigos. No tuvo jamás queja de como la trató hasta el último momento de su vida, incluso salvando su vida cuando los atacantes la tenía acorralada junto a su hermana e hicieron el noble y loco gesto de ir a salvarlas ambos esposos , perdiendo la vida en ello, no sin antes deshacerse del último que las pretendía secuestrar. Ambos fueron enterrados una fatídica noche, junto al esposo de la doctora con una ceremonia íntima. Las tres mujeres quedaron solas a la vez, eso las unió mucho de aquí en adelante.

Ahora tenía un nuevo compañero, el cual a sus cuarenta años aunque no aparentase más de veinticinco por efecto de los nanotec, y a saber por qué milagro, su primer hijo en camino en el trascurso de apenas una semana. Dudaba incluso que hubiesen pasado siete días.

Todo aquello la hacía reacia a entregarse de pleno a Deigh. En su mente estaba traicionando al marido que dio su vida por ella. ¿Sería capaz de protegerla igual Deigh? No era por las armas, los guerreros de otro planeta habían demostrado ser un auténtico muro de protección. Pero... ¿Exponerse a sí mismo con la pobreza de las armas humanas para salvarla?

No sabía que pensar. El mismo comandante se había arriesgado de inmediato y a solas a ir a rescatar a su hermana. ¿Deigh hubiese hecho lo mismo si ella no estuviese embarazada de su futuro vástago? Aunque el caprichoso destino le había concedido una hija según Soreig.

––¿Qué te ocurre, Laura?––oyó como de muy lejos la voz de Elena––. Si es por Lucía no dudo en que el comandante no tardará en traerla de vuelta, y esos guerreros están preparando todo su arsenal de apoyo para cualquier contingencia.

––Sí, estoy preocupada por mi hermana, pero...––necesitaba sincerarse con alguien, y a falta de Lucía en ese instante la única mujer que podría comprender su dolor era la doctora.

––¿No estarás sintiendo molestia o algo de sangrado?––preguntó preocupada en voz baja la mujer––. Si es así, que tu compañero te lleve de inmediato como sea a la nave donde está Soreigh, Ella es la única que tiene medios, tú sabes que apenas tenemos lo necesario y básico.

––No te preocupes, me siento bien. El problema es ese, no sé si debo sentirme así de feliz por tener un hijo en mi vientre y un compañero––ya estaba dicho.

Elena tomó sus manos, la miró a los ojos con seriedad.

––¿Crees que tu futura felicidad puede traicionar el recuerdo de tu marido muerto? Oh, no, ni se te pase por la cabeza. Él no era un hombre de demasiadas palabras, estaba siempre ocupado haciendo que esta arca funcionase, se desvivía por todos, incluida tú. Pero allá donde esté su alma, seguro se sentirá feliz de que rehagas tu vida, tengas hijos y sean muchos los años que estés al lado de tu compañero. Él era así, no tenía nada suyo, era un hombre sencillo, amable, todos lo conocíamos. Tú seguro que más. Él te desearía toda clase de parabienes ya que no está aquí para protegerte.

Las lágrimas acudieron los ojos de Laura, largo tiempo ocultas, no pudo contenerlas. Elena continuaba tomando sus manos.

––Has pasado mucho, demasiado estos días. Tantas emociones, esos viales que nos han dado, nuestros cambios interiores y exteriores están siendo en ocasiones un shock. Y no digamos las hormonas de este embarazo relámpago.

Unas manos grandes se posaron en sus hombros, acariciciantes pero firmes. Deigh estaba a su espalda y no supo ni cómo había llegado hasta allí en ese instante. Alzó su cabeza hacia él, nada hacía restañar las lágrimas que corrían como regueros por sus mejillas.

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