Capítulo 51

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En el patio tras la iglesia en ruinas de la calle Dédalo, donde vivía la Familia Hestia, un joven de cabello albino se mantenía en silencio, sentado sobre la hierba con sus piernas cruzadas, meditando con sus ojos cerrados, en la penumbra del aún oscurecido cielo, cada vez más claro conforme el sol surgía lentamente por el horizonte.

Bell se había levantado aún más temprano de lo que usualmente hacía para meditar y practicar así su Flujo de Chakra, como él llamaba al Flujo Auromántico, la forma de manipulación de maná que había aprendido de Violet, una misteriosa mujer que resultó ser una antigua conocida de su padre en sus días como soldado, y que llevaba practicando casi todos los días desde que esta se fue, al parecer a resolver unos asuntos fuera de Orario, no le dijo nada más, pero le prometió que cuando volviera, le mostraría el siguiente nivel de control del Flujo Auromántico si había avanzado lo suficiente, así que tenía que esforzarse por dominar lo básico del Flujo de Chakra para cuando Violet volviera.

Durante los primeros días, como ella le dijo, sintió dolor a la hora de hacer fluir el Chakra por su interior, pero ahora su cuerpo se había acostumbrado, y solo sentía, como máximo, un leve entecimiebro en sus extremidades a la hora de hacerlo fluir. Y poco a poco, su concentración mejoraba, y eran ya escasas las veces que perdía la concentración, con el subsecuente corte del flujo.

El orbe, la imagen que se hacía mentalmente para lograr hacer fluir su maná, era cada vez más claro, y más detalles aparecían en su mente cada vez que meditaba. Las ondas de energía fluían veloces y gráciles a través de su cuerpo, y a cada día que continuaba su entrenamiento más aumentaba la facilidad con la que ese mismo flujo recorría cada centímetro de su cuerpo, y empezó ya a notar los primeros beneficios.

Aunque no fue muy notorio aún, a la hora de formular hechizos, su potencia se había incrementado, como también había disminuido su gasto de energía arcana, tal como le dijo Violet, pero la diferencia era aún nimia, pero ya era un comienzo. Y aunque también fue caso imperceptible, notó como su reserva arcana y su núcleo habían crecido, apenas un poquito, pero notó ese aumento.

Aún así, lo que ni se le pasó por la cabeza hacer aún era usar el Flujo de Chakra durante el combate. Las pocas veces que lo había preacticado apenas había comenzado a hacerlo fluir cuando entrenaba con sus armas o estilo de lucha cuando el flujo se cortaba automáticamente.

En un principio pensó que sería más o menos como un Canto Recurrente, cosa que sabía hacer a la perfección, pero llevar a cabo estos hechizos solo requería pronunciar bien los cánticos en movimiento, y los de sus hechizos eran cortos, así que no era tarea difícil.

Pero mantener el Flujo Auromántico en movimiento era tremendamente complicado: Solo con moverse un poco desde su posición de meditación ya bastaba para que el flujo fiera interrumpido, así que el pensar en usarlo en pleno combate quedó descartado, más aún cuando en una de estas ocasiones sufrió un escarmiento a raíz de un susto.

Al intentar realizar un salto lateral empuñando su lanza, sufrió un pequeño puso de energía arcano al momento de verse interrumpido el Flujo Auromántico que le causó una fuerte punzada de dolor interno en su pierna derecha, dolor que persistió durante un par de días, y que le provocó un pequeño desgarro muscular, donde floreció un importante moratón en su muslo.

En ese momento recordó lo que podía ocasionar un pulso demasiado grande o potente, y a su mente acudió la imagen de los brazos postizos de Violet, así que, sintiendo un escalofrío, el joven decidió desistir temporalmente de usar Chakra en combate y practicar a diario solo con la meditación. No quería que, como le pasó a su maestra, sus tejidos se necrozaran y se viera obligado a que se los amputaran.

Y de esa forma, a diario Bell ensallaba una hora por la mañana, tras entrenar con sus armas, y una hora por la noche, antes de dormir, acostumbrándose así cada vez más y más. Aún de vez en cuando perdía la concentración, pero esos fallos eran cada vez menos frecuentes.

La Leyenda del PretorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora