Capítulo 8

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En el sueño, él era más joven, aunque no podía decir exactamente con que edad contaba entonces. A su alrededor, podía observar el extenso campo de batalla, una hermosa colina que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, en donde en ese momento miles de soldados combatían desesperadamente, con sus gritos de dolor y el entrechocar de sus armas resonando en sus oídos con vehemencia. De un lado a otro del campo de batalla, multitud de flechas y saetas cruzaban el cielo, y proyectiles y jabalinas de catapultas y balistas impactaban en las formaciones de combate, causando numerosas bajas por doquier. Por todas partes, el sonido metálico del hierro y acero de armas y armaduras, el olor de la sangre que empapaba el lugar como un lago carmesí, y los gritos de los moribundos inundaban los sentidos del chico. Aturdido, miró sus manos cubiertas de sangre, que empuñaban en cada una una espada corta de acero, con los filos repletos de sangre. El apabullante olor de la sangre y el salvaje ruido mezcla de gritos y srmas comenzaba a marearlo, sintiendo su cabeza perdida en una neblina.

-¡No te quedes ahí parado, mocoso, mueve el culo! ¡Esto es un campo de batalla, no un paseo por el bosque!-

Una figura alta, con una armadura plateada y un largo espadón en sus manos se plantó ante él. Ese hombre no llevaba yelmo, pero su rostro estaba en neblinas, solo siendo reconocible un cabello largo y revuelto de color negro, con una poblada barba del mismo color.
El chico estaba seguro que lo conocía, no tenía duda de ello, pero no podía vislumbrar su rostro ni recordar si nombre.

El chico comenzó a correr, recorriendo el campo de batalla aniquilando enemigos por doquier, decapitando, cercenando cuellos, destripando... Pronto, ya su mente dejó de lado el pensar y solo se concentró en segar vidas. Ya ni siquiera era consciente de a cuántos mataba ni quienes eran...¿Se enfrentaba a sus adversarios, aniquilaba también a sus aliados, a ambos? Sus sentidos solo podían percibir un remolino de sensaciones y visiones: Risas burlonas, gritos desgarradores, guanteletes metálicos empuñando muchos tipos de armas y escudos, figuras humanas envueltas en hierro y acero, bocas que clamaban piedad, ojos aterrados y llorosos ante la perspectiva de la muerte...

Da igual si era un lancero, un arquero o un espadachín. Infantes armados con picas, lanzas y alabardas, ballesteros y asaetadores, jinetes y lanceros a caballo...cualquier soldado que se alzaba ante él caía bajo el filo de sus espadas.

Recordaba a aquel hombre combatir a su lado, destrozando y cortando bajo su gran espada yelmos, armaduras y escudos como si fueran de mantequilla.

Juntos avanzaron por el campo de batalla, dejando un reguero de sangre y cuerpos amplios como gotas de lluvia. Pero en ese momento, un brillo cegador impregnó el extremo del campo, y grandes llamaradas cubrieron el lugar, calcinando a docenas de hombres en sus propias armaduras, cuyos alaridos de dolor congelaban al más osado.

-¡Por todos los dioses, está aquí, ++++++++ está aquí, ese maldito ha llegado, lo han soltado¡- Por primera vez desde que lo conocía, el chico notó miedo en la voz de aquel guerrero, lo que a su vez lo asustó. ¿Qué podía generar tal terror en tan bravo guerrero? Una gran llamarada se aproximó a él, proveniente del cielo, mientras una enorme figura alada de color carmesí cruzaba los cielos sobre él.

Lo último que vio fue a aquel hombre, interponiéndose entre él y las llamas y cubriendo su cuerpo con el suyo.....

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-¡Bell-kun, Bell-kun, despierta!- Hestia se había despertado bruscamente, cuando a su lado Bell comenzó a agitarse en sueños. El chico sudaba copiosamente,y bajo los párpados, sus ojos se movían frenéticamente. La diosa se asustó al ver a su hijo así, y comenzó a zarandear a Bell, intentando despertarlo.

-¡Bell-kun, BELL-KUN!- Finalmente, el chico despertó, incorporándose bruscamente. Sentado en la cama, un sudor frío cubría al chico, que jadeaba con fuerza, y sus ojos estaban abiertos como platos, que mostraban un terror absoluto.

La Leyenda del PretorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora