I

81 8 85
                                    

Conocerte no fue intencional. Mis ojos no estaban dirigidos a ti, sino a uno de tus amigos, que me recordaba a alguien en quien no me gustaba pensar, un fantasma del pasado. Solitario desde hace quince minutos y empezando a aburrirme, pensé en hablarle, las únicas razones siendo su cabello castaño, su cuerpo ancho, cejas gruesas y nariz grande, viéndose intimidante como esa persona solía hacerlo, pero riendo libremente como nunca lo presencié en él.

No me acerqué a ustedes por múltiples razones, una de ellas siendo la sensación de que me caería en cuanto me levantara, y otra porque sé (o creía hacerlo) cómo son los hombres como ustedes; al menos tus amigos, quienes eran del equipo de fútbol americano de mi escuela: ruidosos, imprudentes, ebrios y solamente hablando de autos o mujeres. A veces era difícil adivinar si es lo primero o las otras por la forma en que se refieren a ellas.

No me fijé en ti. No eras como él. Tu cuerpo era promedio, igual de alto que el mío, fuerte, pero no como el de él. No tenías su voz suave ni su personalidad misteriosa. No me causaste curiosidad cuando volteaste, cruzamos miradas, aparté la vista y tomé otro sorbo de mi bebida, así como cuando te sentaste a mi lado en el sofá antes de darme cuenta de que habías tomado camino hacia mí.

No sentí nada cuando me preguntaste:

—¿Nos conocemos de alguna parte?

—¿Disculpa?

Entonces te vi.

—Llevas un buen rato comiéndome con la mirada.

Tus ojos eran azules. No como los de él. Mientras los suyos eran grisáceos, los tuyos eran un zafiro alegre, aunque puede que se hayan visto así por los últimos efectos de la hierba en mi sistema.

Quería arrancártelos, volverlos piedras y conservarlos en una caja para verlos cuando yo quisiera.

«Dios,» pensé, «eso fue raro». Necesitaba aclarar la mente.

—Eh... ¿Hola? —Chasqueaste tus dedos frente a mi cara.

—Ah. No, no... No te veía a ti. No sé quién eres, disculpa.

—¿Ah, no? —Me diste una sonrisa de lado con una ceja levantada. Tu ego era gigante—. ¿Y a quien sí? ¿Sánchez? —Señalaste con tu cabeza a tu amigo que era una copia de uno que yo solita tener, exceptuando los ojos cafés y personalidad extrovertida.

Estaba fuera del clóset, pero no por mi propia voluntad, por lo que aún no me sentía listo para ser yo mismo y admitir algo tan simple como una atracción hacia un desconocido en una fiesta de preparatoria.

—¿Te gusta? —preguntaste ante mi silencio.

—¿Qué? ¿La música? S-Supongo que está bien. —La detestaba—. Sí, es... está bien. Creo. No suelo escuchar reggaeton, pero está bien.

—¿Eres tartamudo o es por que andas grifo?

—Ahh... —Ambos.

—Vamos a la cocina. No vaya a ser que te de algo.

No era mi primera vez consumiendo. En realidad, estaba nervioso. Pero aprecié que te preocuparas, así que te seguí mientras sostenías mi espalda.

Estando en la cocina, me diste un vaso de agua, luego otro al ver lo rápido que lo acabé, y sacaste una bolsa con pretzels cubiertos de chocolate desde un rincón de la alacena.

—¿Cómo sup... supiste que eso estaba ahí? —balbuceé mientras tomaba la bolsa.

—Esta es mi casa.

—¡¿T-Tú eres Aarón?!

—El mero mero. ¿Te han contado mucho de mí?

—No. —Tragué—. Bueno... No estoy seguro. Solo vine por Fer y los demás. Me dijeron que cumplías años, pero no sé nada de ti. Feliz cumpleaños, por cierto. Perdón. Dios, me estoy portando muy raro, ¿verdad? Lo siento. Ahorita se me pasa.

MFDL | Murder Your MemoryHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin