El Despertar de la Bestia

El Festín de las Revelaciones

Nuestro pueblo, aparentemente tranquilo, esconde en sus entrañas una realidad desbordante de caos y secretos. En este escenario peculiar, las cenas familiares de mi hogar son más parecidas a una obra de teatro macabra que a reuniones típicas. Afortunadamente, cuento con la presencia de mi abuela, un ancla de cordura en medio de esta locura.

Una de las cenas más surrealistas que recuerdo sucedió hace dos años. Todo comenzó cuando, de la nada, irrumpió la amante de mi tío Gustavo, desatando una tormenta de emociones y conflictos. Gritos, acusaciones y amenazas llenaron la sala, creando un ambiente tan tenso como un alambre de espino.

Lo más sorprendente fue la reacción de mi tía Daisy, la esposa traicionada. En lugar de explotar en furia, parecía haber anticipado la llegada de la amante. Intercambiaron acusaciones, con la amante apuntando a mi tía con una pistola y esta última respondiendo con valentía, desafiando los insultos.

El clímax llegó cuando la tía Daisy, en un acto impulsivo, disparó a la amante frente a todos. Mi tío, devastado, se postró de rodillas junto al cuerpo aún caliente, pero la tía no permitió ni una lágrima. En cambio, lo castigó con disparos en la rodilla y en el brazo, sellando así su destino.

El abuelo, defensor implacable de la familia, no toleró la humillación de su hijo y, sin titubear, eliminó a la tía Daisy. Este trágico desenlace detonó el caos cuando la madre de la tía Daisy buscó venganza, disparando al abuelo y sumiendo a la familia en una espiral de violencia.

En medio del pandemonio, mi hermana intentó apuñalarme con un cuchillo, pero con destreza logré esquivar el ataque. La familia se desgarró en fragmentos, pero como reza el dicho: "el dinero lo arregla todo". Tres meses después, como si nada hubiese pasado, mi tía y mi tío retomaron sus vidas, y el resto de la familia siguió el mismo camino. Nuestra familia, impulsada por la obsesión por los negocios, parece ignorar las cicatrices que quedaron en su camino.