Acto 4

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—Shaoran puedo pedirte una última cosa.

—¿Última? —dijo con el quebrar de su voz.

—Quédate así un poquito más, por favor —contestó muy bajito.

Sakura dejaba que sus lágrimas inundaran sus ojos, era un sentimiento sumamente difícil para ella, no quería soltarlo, quería dejar su aroma impregnado en su entero ser, pero había cosas que debía resolver, se alejó de él y tomó su rostro, le sonrió a pesar del caer de sus lágrimas y le dijo:
—Tengo que dejarte, tengo que hacerlo, perdóname Shaoran.

El castaño no la soltó, no quería hacerlo, sin embargo aceptó que ella se quisiera alejar, fue entonces que él también dejó salir su dolor en forma de lágrimas, y con su quebrar de voz le dijo:
—Gracias por regalarme esté poco tiempo.

Sakura no le dijo más y se fue corriendo dejando a ese chico que la observaba alejarse de él, entró abruptamente a su casa y se encerró en su habitación, se oía lo triste que estaba, lloraba a mares, se quedó ahí sin importar que su madre le hablara, sin importarle absolutamente nada, fue lo más difícil que tuvo que hacer, ¿por qué se sentía así, si sólo llevaban un par de días de conocerse? ¿Por qué le dolía tanto? Eran las preguntas que la invadían y que no encontraba respuesta, se consumió por dentro, encerró en ella no sólo su dolor, sino sus sentimientos, debía hacerlo, no podía simplemente hacer todo a un lado, por ese chico, por esa voz que le daba absoluta libertad.

Habían pasado las semanas julio estaba a las puertas, Sakura no volvió a hablar con aquel chico, y aunque no volvió a llorar lo cierto era que ya no sonreía, ya no era tan cálida, se había vuelto un ser gris y sin vida, todos los días seguía yendo...

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Habían pasado las semanas julio estaba a las puertas, Sakura no volvió a hablar con aquel chico, y aunque no volvió a llorar lo cierto era que ya no sonreía, ya no era tan cálida, se había vuelto un ser gris y sin vida, todos los días seguía yendo a visitar a su novio, él era el único que sabía cómo realmente se sentía ante todo, a pesar de eso Sakura seguía deseando con todas sus fuerzas que él despertará, la abrazara, sobara su cabeza y le dijera que las cosas estarían bien, porque realmente quería que así fuera.

Shaoran se volvió más serio, más distante, no quería convivir con los demás, recordar a esa niña era lo único que le daba el empuje para poderse despertar cada mañana, sus padres y sus hermanas lo veía sumamente mal, pese a todo no quisieron preguntarle nada, pues el simple hecho de recordarle sus miserias era demasiado doloroso.

La madre de Sakura hizo algo impensable, pero no quería ver así a su hija, la desesperación es la peor consejera. Tomó el celular de su hija y busco el número de ese chico, bastante temblorosa decidió marcar y resolver todo eso de una buena vez; Shaoran estaba recostado en su cama, oyó el sonar de su teléfono, no quería contestar, no estaba de ánimos para hablar, giró su rostro con afán a ver quien interrumpía su paz, percatarse que era esa niña de hermosos ojos verdes y que su contacto estaba acompañado de aquella fotografía que le había tomado hacía tanto tiempo atrás, llamaba, le provocó que el alma le regresará al cuerpo, con bastante prisa lo tomó y contestó.

—Pequeña —dijo desesperado.

Discúlpame, ¿Shaoran? —La voz que escuchó no era de su dulce niña, sin embargo siguió al teléfono escuchando de quien se trataba, pues eso significa que esa niña no tenía su celular, no quiso ser fatalista, pero una posibilidad sí era que ella no estuviera del todo bien—. Soy la madre de Sakura, mi nombre es Nadeshiko Kinomoto, ¿existiría la posibilidad de qué puedas venir a la casa?

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