Acto 9

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Eriol Hiiragizawa era un chico realmente interesante por decir lo poco, un carismático joven de diecinueve años de piel blanquecina, ojos azul profundo, cabello negro azabache, una mirada sumamente penetrante ocultada por unos anteojos rodendos, su personalidad era caótica en sí misma, un joven leal, confiable, pero entrometido, exagerado, metiche, un tanto manipulador; lo cierto era que Eriol pese a todo, no se podía denominar una mala persona, pues realmente siempre estaba en la mejor disposición de ayudar a los demás, fuera quien fuera, era él solo un chico inmaduro, pero, ocurrió el día, el día en el que vio a esa chica de baja estatura, ojos tan brillantes, tan luminosos que ni el ópalo o las esmeraldas o el jade se compraba con su hermosa mirada verde, mejillas sonrosadas, piel tersa y suave, cabello largo, a la cintura, castaño, de complexión delgada, sumamente finita, esa niña se volvió su delirio absoluto, Eriol al verla quedo hechizado, y, para más inri, ella no era cualquier niña, era la novia de su amigo, de su mejor amigo, Shaoran, la niña que había protegido recelosamente, era ella. La vida simplemente no le podía poner más el pie, ¿Cierto? Pues… No del todo, sí bien en su momento Eriol se mantuvo a raya, lo cierto fue no aguanto mucho tiempo el mantener guardados sus sentimientos, y los exteriorizo, pero las cosas, se le salieron de las manos, ¿Cómo él podía denominarse amigo de Shaoran sí actuaba así? Al confesarle sus sentimientos a esa niña solo condenaba su propia amistad con el castaño, ¿Qué se supone haría? Pues bien, antes de responder debemos entender, que hasta cierto punto, la inmadurez no es precisamente condenatoria, estúpida, pero no condenatoria, y Eriol, no tomaría la decisión más sensata, siendo caracterizado por su alto grado de imprudencia.

Tras haber confesado sus sentimientos, y, ser rechazado, Eriol entendió que su lucha sería realmente complicada, anteponiendo sus sentimientos sobre la amistad; y así llegó el día en el que ese jovencito de ojos azules fue a buscar a esa niña de ojos opalinos con un enorme presente entre manos. Llegó esa mañana de diciembre, muy temprano, a pensar de la nevada, a pesar de la negativa que ya existía, a pesar de todo, llegó, y al tocar la puerta lo recibió esa hermosa mujer de cabellos hasta las pantorrillas color grisáceo y ojos verdes, era la primera vez que lo veía, un tanto sorprendida, un tanto desconcertada, no quiso ser descortés, lo invito a pasar, le ofreció una taza de té, y se dirigió a la habitación de su niña, la cual estaba cepillando su cabello.

—Hija, te buscan.

—¿Quién, mamá?

—Es la primera vez que lo veo.

Sakura dejó su peine, se levantó y salió de su habitación, se dirigió a la sala y saludó amablemente.
—Buenos días.

—Hola —dijo casi perdiendo el aliento.

Sakura reconoció esa voz, cerró sus labios e inspiró profundamente, se sentía realmente mal, no esperaba que ese chico la encontrará y mucho menos que estuviera ahí, en eso, Eriol se levantó y le extendió su presente, pero ella se mantenía estática, él insistía sin decirle nada, ella suspiraba repetidamente, y, entonces, él le hablaba.
—Por favor, tómalo, es para tí.

—No puedo aceptarlo —dijo en un susurro—, por favor, agradecería que no vuelva a venir.

—Quiero conocerte, déjame hacerlo.

—No puedo, tengo novio.

—Pero puedes tener amigos.

—Es correcto, pero tú eres su amigo.

—Creo que él ya no me considera su amigo.

—De igual manera, no es justificación en nada, y tampoco es motivo suficiente para que yo acepte.

—Dime tu nombre.

—No.

—Veeme.

—No puedo.

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