Capítulo 17: Todas las promesas que hicimos.

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La lápida frente a él aún mantenía la blancura del mármol a pesar de los años que había estado en el mismo lugar recibiendo el sol y la lluvia. Quizás se debía al cuidado y mantenimiento que se le daba constantemente o tal vez era porque la dueña de dicha tumba había tenido un espíritu puro que lo mantenía así. Bin quería creer lo último.

Sus ojos se clavaron en el nombre de su madre que estaba escrito sobre la piedra con sumo cuidado y delicadeza, la fecha de su muerte estaba un poco más abajo, un año después del nacimiento de Bin. Cuando terminó de contemplar todos estos detalles se inclinó para colocar en la tumba las flores que llevaba consigo.

Era el aniversario de su muerte y este era el único día en el que Bin visitaba el lugar, por mera costumbre, no conoció a su madre realmente, por lo que no había tristeza o recuerdos que hubiera podido almacenar para llorarle. Sin embargo, eso no significaba que la posibilidad de lo que hubiera sido si ella estuviera viva no le causara aflicción.

Bin se sentó al pie de la tumba, cruzó sus piernas adoptando una posición en flor de loto y se dispuso a hablar con ella, incluso cuando sabía que no obtendría una respuesta era una forma de sentirse cerca de la mujer que le dio la vida y ya no se encontraba en este mundo.

-"La última vez que te visité tenía muchas preocupaciones"-Inició -"Me preguntaba si podría quitarmelas de encima y ser feliz algún día, en aquél entonces era difícil imaginar que eso sucediera"-Bin sonrió ligeramente con tristeza -"Pero ahora todo está bien, las cosas que me angustiaban ya no están ahí y puedo ver con mayor claridad un futuro en el que por fin soy feliz".

Agachó la mirada y mordió ligeramente sus labios antes de continuar.

-"También conocí a tu mejor amiga, es una gran mujer, me ayudó mucho, gracias por enviarla"-extendió su mano y acarició la lápida -"Sólo sígueme observando de cerca mamá, seré feliz de ahora en adelante, así que ya no te preocupes más por mí"-se puso de pie lentamente -"Y la próxima vez traeré a Eunwoo conmigo para que lo conozcas"-finalizó con una sonrisa.

Bin giró sobre sus talones dispuesto a irse y al hacerlo sus pies se quedaron clavados en la tierra cuando se encontró de frente con otra persona que lo había estado mirando todo ese tiempo.

Moon Baek estaba parado como una estatua de las que adornaban el cementerio, su vestimenta negra lo hacía lucir igual que un mensajero de la muerte, lo único que suavizaba su apariencia sombría era el ramo de flores que llevaba en sus manos.

-"¿Hace cuánto estás ahí?"-Bin no saludó, sólo arremetió incómodo ante la posibilidad de haber sido escuchado a escondidas.

-"No mucho, solo escuché que traerías a ese Cha la próxima vez, aunque preferiría que no lo hicieras"-su padre dijo fríamente y pasó de largo para ir directamente hacia la tumba.

-"Eunwoo ya no es un Cha"-contradijo -"Y no tienes derecho a darme órdenes, yo ya no soy un Moon"-recordó -"No tengo ninguna relación contigo".

Baek no dijo nada, se inclinó sobre la tumba y dejó las flores, también acarició brevemente la lápida; sus acciones fueron tan parecidas a las de él que Bin se sintió disgustado al ver destellos de sí mismo en este hombre, por mucho que lo odiara no podía evitar ver que por sus venas corría la misma sangre.

-"¿Por qué estás aquí?"-el adolescente lo interrogó, sabía que podía irse en cualquier momento, pero el repentino encuentro lo detuvo.

-"Es su aniversario, ¿Por qué no estaría aquí?"-su padre respondió sin prestar demasiado atención, aún concentrado en la lápida frente a él.

-"Simplemente nunca mostraste interés en venir a verla, es extraño que lo hagas ahora"-Bin puntualizó.

Baek lanzó un suspiro, se puso de pie lentamente y giró para ver a su hijo.

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