Capítulo 8: Colisión estelar.

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Yoon Sanha amaba los vídeojuegos, entre mayor dificultad tuvieran se enganchaba más con ellos, era adictivo.

El mundo virtual era el lugar dónde podía escapar de la realidad, dónde podía evadir las exigencias sobre su futuro o las personas ricas y engreídas que tanto odiaba. Sin embargo, al entrar al colegio, supo que irremediablemente, tendría que interactuar con lo que más aborrecía: niños mimados que se sentían dueños del mundo.

Hacer amigos era importante, pero tener contactos lo era aún más, para lo cual, socializar era indispensable. Y bueno, él no era muy bueno en ese campo, prefería jugar en su celular antes de someterse a la tortura de convivir con otras personas.

Se había resignado a la idea de ser un marginado e ignorar a todo aquél que buscara establecer el mínimo contacto humano con él.

Pero sus planes se vieron truncados cuando la primera persona que se acercó a él no fue nada menos que Moon Bin, el heredero de los Moon, una de las familias con mayor renombre en Corea.

Al principio, estuvo reacio a convivir con el mayor, por dos simples razones: número uno, se sentía intimidado por Bin, y número dos, tenía muchos prejuicios hacia los chaebol.

Nunca había tenido buenas experiencias con los herederos ricos (incluso si él podía considerarse uno). Por ello, no quería tener nada que ver con este chico que era la representación exacta del poder y la riqueza.

Sin embargo, tampoco pudo evitar a Bin, no sólo porque no quería hacerse enemigo de un Moon, sino también porque el mayor le daba miedo, con su mirada de gato altivo, sus grandes músculos y su fuerte presencia incluso cuando sólo caminaba por los pasillos.

Pero a medida que fue conociendo al otro, Bin derribó cada uno de sus prejuicios. Desde su primer encuentro, el mayor nunca lo presionó para que lo aceptara, le dio su espacio cuando se sintió incómodo y no obligó a Sanha hablar si no quería hacerlo.

A diferencia de otros niños ricos que abusarían de su posición para obtener lo que querían, Bin sonreiría casualmente para parecer más amigable, le preguntaría sobre el videojuego que estaba intentando terminar y escucharía atentamente sus divagaciones, incluso cuando sabía que el mayor no estaba interesado en los juegos.

Poco a poco, fue abriéndose paso en el corazón de Sanha, y cuando menos lo notaría, ya estaría llamándolo "hyung" de manera casual. Y de manera inevitable, terminó formando parte del grupo del mayor.

Bin nunca lo invitó a formar parte de su círculo social, solo lo cobijó bajo su ala de forma natural, pasó tiempo con él como lo harían los amigos, mostraría expresiones que no utilizaba en público y se convertiría en un cachorro travieso al jugar con él, era su forma de demostrar que confiaba en Sanha.

A su fórmula se unió Park Minhyuk, quien era un año mayor que él, podría decir que sus edades eran cercanas, pero las diferencias entre ambos, eran como la distancia entre el cielo y la tierra.

Minhyuk no entendería porque Sanha prefería estar frente a un monitor todo el día en lugar de salir y mover su cuerpo o realizar cualquier actividad física. El mayor sería demasiado serio sobre unas cosas y él sería despreocupado sobre esas mismas. No tenían nada en común, eran como el agua y el aceite, el ying y el yang; el único punto que los unía, era su amigo, Bin.

E incluso siendo tan diferentes, sorprendentemente, lograron llevarse bien. No se entendían, eso era cierto, pero no necesitaban hacerlo, simplemente utilizaron los puntos en común para conectarse, por muy pocos que fueran.

Como el hecho de que ambos eran sumamente competitivos, él como gamer y Minhyuk como deportista. También descubrió que el mayor tenía lados suaves y lo consentía en algunas ocasiones sólo por ser más joven, como cuando cocinaba para él o cuando permitía que Sanha se saliera con la suya en algunas cosas. Simplemente funcionaron y eso bastó para que el grupo marchara como viento en popa.

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