Venganza

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"Una bella flor blanca fue arrancada de su simiente, la caída fue estrepitosa y dolorosa, acarreó los fuertes vientos de la indiferencia, y en cada golpe, un dulce pétalo se desprendió de su soma. La tenebrosa noche la asustó, y cuando creyó que su vida se escapaba, voló hacia la esperanza, ella la recogió, curó sus heridas, le dio de beber del cáliz de la valentía, y entonces renació, una nueva flor, fuerte y más blanca que antes, brilló en el despiadado valle de espinas".

El recientemente coronado rey Yi Yoon de Joseon, se encontraba en la póstuma celebración de su matrimonio con la hija del clan Kim. La tradicional ceremonia duraba semanas y hasta meses. Uno de los cotidianos rituales era visitar a la familia de la novia y mostrarle sus respetos. Siendo aún joven y protegido por tan poderoso clan, tenía la obligación de hacerlo.

Con un ejército de criados, palanquines y obsequios, arribaron a la residencia de la familia de la reina. Su padre que desempeñaba la labor de primer ministro dentro del palacio, fue el primero en recibirlo y hacerle pasar. Su cuñado, el hermano mayor de su esposa también ocupaba un cargo importante dentro del gabinete real. Era como ver en cada reunión de estado una versión masculina de la reina. Los dos poseían ojos agraciados, nariz pequeña, y labios pomposos. Tenían mucho parecido a su madre, una antigua belleza.

—Sea bienvenido a la familia, majestad —le dijo su suegro, mientras se arrodillaba junto a él ante una pequeña mesa redonda—. El té —pidió tal vez a uno de sus sirvientes.

Una dulce jovencita ingresó con una fuente en la mano. No se trataba de una criada, sus ostentosas vestimentas y bien cuidado rostro le dijo que pertenecía a la familia. Tal vez la hermana o prima de su esposa.

Con galantería se sentó a lado de su cuñado y se encargó de servir el té con desenvoltura y delicadeza. Era la criatura más divina que había visto jamás. Su tierna carita competía con la magnanimidad de la luna llena, sus dos grandes ojos brillaban incluso más que las estrellas. Tenía la sensación de que, si besaba sus tiernos y sonrosados labios, los sentiría suaves y pulposos.

Quería tomarla como su concubina.

—Mi preciosa nuera, del clan Park.

Así que era la mujer de su cuñado... Se desalentó al verla sujeta a otro hombre.

La jovencita sin mirar hacia sus ojos, se inclinó como muestra de saludo. Quería desesperadamente cruzar mirada con ella y hacerla sonrojar, pero al único que era capaz de mostrarle su sonrisa era a Kim Jun, su marido.

El resto de la velada se la pasó admirándola sin vergüenza alguna, la quería desesperadamente sobre su lecho.

Al llegar el día de la consumación con su esposa, no pudo más que llegarse a ella pensando en su cuñada; imaginándola de una y mil formas. No tuvo reparo alguno en mantenerse delicado y sobrio con la joven reina que evidentemente no tenía experiencia alguna en las artes amatorias. En vez de ser una primera experiencia grata e inolvidable, resultó ser dañina y traumática.

La reina con mucha cautela se reunió con la esposa de su hermano para tratar asuntos personales. Antes de la boda había sido aconsejada por la misma, pero sentía exasperadamente la necesidad de escuchar sus admoniciones. En el jardín de su antigua residencia, ambas caminaron manteniendo una pequeña distancia del séquito de criadas que acompañaban a su alteza real.

—¿Qué sucede alteza? ¿No debería estar feliz por su reciente matrimonio? Sin embargo, su semblante triste me preocupa en gran manera —expresó inquieta, Hyo Ji.

—Me temo que mi matrimonio no es lo que esperaba. Al menos no como el tuyo y mi hermano.

—¿De qué se trata?

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