Un hombre secreto

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¿Después de cuántos años, un matrimonio se enfría? ¿Cómo recuperar la ilusión? ¿Cómo romper la rutina?

Betania se hacía estas preguntas día tras día, y nunca llegaba a una conclusión, nunca obtenía una respuesta. Estaba "felizmente" casada con Luis Fernando desde hace cinco años; lo amaba, él la amaba, pero... ¿por qué últimamente se sentía tan vacía? ¿Es que ya les hacía falta un hijo para estabilizar su relación? No, de otras bocas ella sabía que no, eso solo lo empeoraría.

No es que se hayan casado de improviso, lo suyo no fue de un momento a otro, ellos tenían una historia, no una magnifica historia digna de ser contada en un libro, pero era suya, y vivía en su recuerdo como el tesoro más preciado. Él, un apasionado jovencito universitario, ella, la dulce dueña de una pastelería.

El día que se conocieron, él llegó a su local buscando un obsequio para declararse a la chica que le gustaba. Betania, fiel cómplice del romance, preparó para él una cajita de cupcakes con figuritas de corazones y otras cursilerías; incluso ató la caja con un lazo de seda rosa. Estaba más emocionada que él, y le pidió encarecidamente que volviera a contarle la respuesta de la afortunada.

A las 10:00pm que era la hora que ella cerraba el local, Luis Fernando volvió, pero no como Betania lo esperaba, sino cabizbajo y acongojado. No fue necesario preguntarle nada, simplemente le sonrió y le convidó un pastelillo con crema de chantillí. Desde ese entonces, él la frecuentó todos los días, encantado por las maravillas que esas pequeñas manos preparaban, y por su tierna sonrisa que brillaba en esa carita redonda.

Después de un año de amistad, Luis Fernando saboreó la dulzura de sus labios. Estaba decidido a confesar sus más profundos sentimientos, pero los malditos nervios lo poseyeron, y le hicieron vacilar. El pie de manzana que se había tardado en comer, no dio ningún resultado. Bastó con que ella le contase sobre su día, con esa delicada vocecita de niña que tenía, para que su mente se nublara y empezara a sudar a chorros. Parpadeó rápidamente, y empezó a temblar, no por causa del frío. Entonces, precipitadamente pronunció su nombre acompañado de un te quiero. La cháchara de Betania se detuvo de golpe, y le ofreció una mirada cargada de asombro.

¿Qué estaría pensando Betania? ¿Qué le diría? ¿Le rechazaría al igual que la chica anterior?

Casi se congeló cuando ella se empinó y alcanzó su boca. Se quedó tan pasmado que, en lugar de cerrar los ojos, los abrió en todo su esplendor, y no le facilitó la acometida inclinándose a su altura. Él no era demasiado alto, pero ella sí era bajita.

Eran tan jóvenes que, al mirar sus fotos, ni siquiera parecían ellos; Betania llevaba su cabello color chocolate a la altura de la cintura, y cubría su frente con un cerquillo en "V" invertida, mientras que él por poco y se adueña de la moda emo con el cabello cubriendo su frente, solo le faltaba el atuendo negro y lápiz en los ojos.

Luego de tres años de noviazgo, Luis Fernando le propuso matrimonio. Él con treinta años, y ella con veintiséis.

Como cualquier matrimonio, el inicio fue maravilloso, juntos descubrieron la magia de compartir la vida con el ser amado. Salieron victoriosos de la siguiente etapa de convivir con las fallas del otro; de soportar los ronquidos de él, de afrontar el mal humor de ella en sus días sensibles, de aprender a solucionar las dificultades, de aprender a amar con virtudes y defectos.

Pero, ¿qué pasa cuando se cae en la rutina? Después de pasar por esa difícil etapa, se quedaron estancados en la costumbre, en creer que ya se tiene atado a la pareja.

Luis Fernando ya no estaba enamorado, Luis Fernando le era infiel, Luis Fernando la engañaba con su trabajo. Todos los días lo llevaba a casa, y le regalaba todo su tiempo, negándoselo a ella.

Él se había olvidado de mimarla, él se había olvidado de regalarle una flor, él se había olvidado de besarla, él se había olvidado de decirle que la amaba, si es que aún lo hacía.

Betania se desesperaba por llamar su atención, se había comprado ropa bonita, se maquillaba sutilmente, se había cortado el cabello, incluso aprendió nuevas recetas para él, pero nada parecía funcionar.

Ella extrañaba al Luis Fernando que le cantaba canciones, al que se preocupaba por su bienestar, al que dormía junto a ella y le susurraba palabras tiernas al oído, a su Luis Fernando, al que tanto amaba...

Pero de pronto un día, la luz volvió a sus ojos, Luis Fernando volvió... Una noche Luis Fernando volvió a ser el mismo. Una noche, él pronunció su nombre con esa voz resonante que poseía, esa noche la hipnotizó, la endulzó... Esa noche la besó apasionadamente, acarició su cuerpo, recorrió su cuello con su boca, esa noche la llevó a su sagrado lecho y la amó.

Betania ya no tenía dudas, Luis Fernando había vuelto a ser el mismo, él la amaba tanto como ella a él, como siempre; sus besos, sus caricias, el frenesí con el cual había poseído su cuerpo, se lo dijo.

Pobre Betania, inocente Betania... Al despertar sola, sin un te amo, sin una nota, sin él, le dijo con crueldad que él solo había amado su cuerpo, pero no a ella.

Desde ese día Betania se armó de valor y buscó lo que tanto anhelaba, desde ese día, ella buscó al hombre que quiso tener. Desde ese día Betania fue amada, desde ese día ella era besada con intensidad, y el hombre que amaba le profesaba al oído el inmenso amor que por ella tenía; desde ese día no volvió a estar sola, desde ese día disfrutó al máximo de la vida. Salía con él, cocinaba para él, mientras él halagada su belleza. Por las noches dormía sobre su brazo, y cuando despertaba, él estaba allí y seguía amándola. Desde ese día, Betania se llenó de felicidad, desde ese día, Betania encontró una nueva ilusión.

Y fue entonces cuando Luis Fernando lo notó. Su esposa sonreía, su esposa volvía a cantar esas viejas canciones que cantaba cuando la conoció; ella se perfumaba, se vestía con ropas incitantes; cada día se veía más hermosa... Reparó en ella, y las sospechas invadieron su mente, no había otra conclusión a la que llegar, su esposa lo engañaba, Betania le era infiel, Betania tenía un hombre secreto.

Puso atención a cada detalle que le llevara a desenmascararla, a cada llamada que recibía, a los lugares que frecuentaba. Cegado por los celos, empezó a seguirla. Se llenaba de horror imaginándose a cada instante encontrarla en brazos de otro hombre, entregando su cuerpo a otro hombre... Estaba destruido, su Betania era feliz con ese hombre, ella amaba a ese hombre.

Cansado ya, de no encontrar la respuesta que buscaba, decidió enfrentarla, de preguntarle él mismo quién era ese hombre secreto, sin embargo, cuando quiso hacerlo, la respuesta llegó como una fuerte estocada, como una ráfaga de viento que lo arremetió con dureza cuando lo descubrió con sus propios ojos; el hombre con quién ella le era infiel, era él mismo, él, era el hombre secreto...

Relato inspirado en la canción "Un hombre secreto", de la cantante chilena, Myriam Hernandez.

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