—Kosti...— digo, no se detiene— ¡Kosti!— no puedo evitar reírme entre dientes— ¡Kosti, Kosti...! ¡Ya! ¡Descende!

Ante la orden que le doy en latín, el perro de inmediato me deja lamber el rostro para dar un brinco hacia mi cama y acomodarse en el mismo lugar donde solía dormir mi esposo, deja caer su grande y pesado cuerpo contra el colchón de una manera algo graciosa, mueve su nariz en busca de Xander, mi sonrisa se acentúa un poco.

Kosti también lo extraña.

Suspiro con cierta pesadez cuando escucho como suelta su característico y pequeño aullido de tristeza, como si tuviera una esperanza de que en algún punto Xander, volverá a aparecer en la cama.

Yo ya he perdido esa esperanza.

Aparto las sábanas de mis piernas para incorporarme y colocar mis pies descalzos el piso, mis manos se aferran al borde del colchón mientras miro a la nada como todas las mañanas, sintiendo esa pesadez en mi cuerpo que me impide hacer movimientos más ágiles por la simple y sencilla razón, que no tengo ánimos para hacer nada.

Nada.

En eso me he reducido.

A ser nada, solo un cascarón vacío.

Observo la hora en el reloj de mi buró, no me sorprendo ante la hora.

Cinco de la mañana.

Suspiro mientras mis ojos se llenan de lágrimas al ver la fecha, el pecho se me aprieta con dolor agónico que he aprendido a ocultar bien, pero sé que toda mi familia lo nota más no dicen nada, saben que es como echarle más limón a la herida.

Otro día ha llegado, otro día que me encuentro en el mismo abismo oscuro al que no le busco una salida, porque no tiene caso que lo intente, porque tengo la misma respuesta de todos los días.

No hay ninguna salida.

Tres meses...

Han pasado tres meses desde la muerte de Xander.

Sigo en el pozo.

Y pienso quedarme en él, hasta que me muera.

¿Mi única motivación?

Venganza.

Vuelvo a suspirar con pesadez antes de ponerme de pie, mis pies se arrastran suavemente hacia el baño y como es habitual, tomo el vaso con vodka servido para tomarlo de un solo trago antes de dejarlo de nuevo en su lugar, Kosti se queda en mi cama mientras que comienzo a prepararme para otro día castigador de este infierno.

¿Tendrá fin algún día?

No lo creo.

Abro el grifo del lavamanos para mojarme el rostro, quitando el resto del sueño. Nuevamente, como todos los días desde hace tres meses, observo a la mujer que se refleja frente al espejo, confirmando lo mismo desde hace varias semanas.

Vacío.

Ya no hay nada en mí.

Todo está muerto.

Mi mirada cambia en dirección hacia el arma que se encuentra a mi costado, siguiendo el mismo hábito desde hace tiempo. Vuelvo a tomarla en mi mano para colocar la bala, el cartucho y recargarla, me tomo un momento para sentir su peso junto al frío del metal en mi palma.

Solo una bala.

Solamente una, para terminar con todo este dolor que me está carcomiendo por dentro.

El amor del ZarWhere stories live. Discover now