Capítulo 28: Inconscientes

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— Ya veremos.

Eric le sacó la lengua, pero en el fondo le daba miedo pensar en el momento en que su hermana descubriera lo que pasaba entre Pau y él, por mucho que supiera que hacía tiempo que Blanca sospechaba de él y su orientación sexual. Ella le enseñó el dedo corazón a cambio, y el pelirrojo sólo pudo agradecer que estuvieran solos en casa porque su madre se ponía de los nervios cuando tenían aquellas pequeñas y estúpidas discusiones pueriles. A él le encantaban. Una de las cosas que más le habían asustado durante aquellos meses en los que su madre estaba saliendo en serio con Juan era pensar en que él mismo se iba haciendo mayor, que se alejaba irremediablemente de su familia al estar tomando él mismo su propio camino mientras ellas seguían sus decisiones. Discutirse con Blanca le recordaba que seguían siendo hermanos, y que en ellos había una parte infantil que no desaparecería nunca mientras pudieran compartir un desayuno y confidencias a media voz que se quedaban en la garganta del pelirrojo.

El tema se desvió mientras acababan de desayunar. Se notaba que Blanca deseaba sonsacarle información, pues se ofreció a llevarse los platos de su hermano y lavarlos mientras se ponía a cantar distraídamente. El sonido del agua ahogaba su voz, así que no entendía qué estaba cantando. Él se dedicó a pasar una bayeta por la mesa para limpiar los restos de pan que habían quedado en ella.

Oblivious, I was young and horny (1) — canturreaba ella tras cerrar el grifo, lanzándole una mirada de soslayo que Eric no pudo descifrar, justo antes de irse y encerrarse en su habitación para acabar de arreglarse.

Allí se quedó él, mirando la puerta cerrada. Siempre le hacía lo mismo. Mientras cantaba o hablaba, le soltaba una frase que pretendía ser inocente, pero en la que Eric, conocedor de su propia situación, veía un doble sentido. Quizás era un paranoico, pero tenía la sensación de que aquello iba por él. Si la frase hubiera estado en presente describiría perfectamente su situación actual. La única excusa que tenía para estar con Pau cuando en realidad estaba enamorado hasta las trancas de Álex era que se decía a sí mismo que era demasiado joven como para no aprovechar la oportunidad, y sabía que era un inconsciente por desdeñar de esa forma sus propios sentimientos. También, obviamente, que el moreno le atraía, y mucho. Admiraba tanto como temía la capacidad de su hermana de calarle al instante.

O a lo mejor sólo estaba cantando una de sus canciones favoritas y él se estaba montando una historia en su cabeza que no tenía nada que ver con la realidad, a saber.

Como ya estaba listo, se fue directamente a la Escuela. Pau le había dejado caer un par de veces que podía ir a recogerle en coche y llevarle de vuelta siempre que quisiera, que sólo tenía que llamarle y le iría a buscar, pero él había rechazado sus propuestas. Era cierto que hacer tanto transbordo con el metro y el tren le cansaba un poco, pero era una persona que acostumbraba a estar sola y necesitaba algo de tiempo al día para sí mismo, aunque fuera para leer durante media hora en el metro. Y a pesar de todo, como era habitual, seguía llegando el primero al aula.

Aunque tampoco tuvo que esperar mucho. Al cabo de pocos minutos vio que sus dos amigos se acercaban por el pasillo, charlando y riendo. Seguía haciéndole gracia verles juntos, con lo alto que era Pau y lo bajito que era Carles, sobre todo al pensar que el segundo les sacaba unos años a los dos, por mucho que no lo pareciera tanto física como mentalmente.

— Buenos días, pringado — dijo Carles al entrar por la puerta, luciendo orgulloso una camiseta de un tono amarillo cegador con una "I", un corazón y a saber qué escrito en japonés. No sabía qué se suponía que decía que amaba, pero tampoco estaba muy seguro de querer descubrirlo.

— Buenos días — contestó él, devolviéndole a Pau la sonrisa dulce que le dedicaba, aunque el saludo fuera para los dos.

El moreno se apresuró a acercarse a él, y, nada más sentarse a su lado, le estampó tal beso en los morros que le dejó sin respiración durante una fracción de segundo. Había cogido aquella manía desde el primer día, y ya no había forma de quitársela. Aunque claro, tampoco es que tuviera ganas de hacerlo.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora