—Xander, Xander...— me zarandea un poco, río— respira, hijo. No te vayas a desmayar de la emoción—

—Lo siento, lo siento— repito, se ríe de buena gana— es que...ella es mi todo y...— mis ojos se aguaron un poco— no puedo creerlo, amigo. Me voy a casar con ella, un sueño que veía en la penumbra de mi oscuridad y verlo tan realizado ahora...—

—Es irreal, chico— asiento— ¿Sabes una cosa, hijo?—

Niego.

—Estaba igual que tú, Xander. Cuando le propuse matrimonio a Remy, esa noche de invierno en Nueva York para casarnos en un quince febrero, estaba que me moría de los nervios y pánico, nuestra relación había tenido tantos obstáculos que imaginarme unir mi vida a ese hombre, me parecía irreal— cuenta, sonrío un poco más— y eso, es bueno, ¿sabes? El que te parezca irreal, porque solamente te dan ganas de cumplir ese sueño con esa persona. De disfrutar de cada momento, aunque al final, resulte ser un sueño...—

—Valdrá la pena, ¿no?—

—Hasta el último segundo, hijo—

—Gracias, Yerik— parte de mis nervios se tranquilizan, vuelvo a reírme con cierto nerviosismo— siempre lo soñé, ¿sabes? El cómo sería casarme con Valentina, de nuevo. Sin importar la forma en como ella lo desea, desnudos, en una isla desierta o incluso en Provenza, otra vez. Me casaría con ella, en donde sea. Siempre que sea mi pequeño solnischko, quién esté frente a mí en el altar—

Eso me bastaba y sobraba.

El hecho de que Valentina, siempre estuviera a mi frente en el altar para casarme con ella.

En esta vida, en la otras y en las miles que lleguemos a tener, me volvería a casar con ella.

Porque siempre, buscaría la luz de mi sol en la oscuridad.

Ahora, mañana y siempre.

Mis manos tantean el bolsillo interior de mi saco y suspiro con cierto alivio al sentir la pequeña caja de terciopelo en él, Yerik se ríe ante mi nerviosismo antes de comenzar a vestirse también para estar listos con tiempo. Saco la cajita de su lugar y miro con atención cada detalle de la argolla de matrimonio de oro negro con diamantes rojos.

—¿Crees que le guste tener negro y rojo en su dedo lo que nos queda de vida?—

—Bueno, siendo sincero— acomoda el cuello de su camisa para comenzar a abotonarla— creo que no hay mejor combinación para ustedes, ¿lo dices por que el anillo de compromiso es rojo con negro también?—

—Sí...— paso mi dedo por los pequeños diamantes rojos— cada vez que la miro y pienso en nosotros, esos colores vienen a mi mente. Negro y rojo, es algo que no puedo evitar—

—Entonces, los colores son los correctos. No importa si se ve repetitivo, es la esencia que desprenden ambos, nunca cambies esa esencia por miedo a que al que te dirá los cientos de invitados y deidades de la Bratva—

—Lo sé...—

—Por cierto, ¿qué tan larga es la lista de invitados?—

—Alrededor de unos quinientos—

—Eso es mucha gente—

—Lo sé, pero mi futura esposa no quiso dejar a nadie fuera, ¿y quién soy yo para negarle ese capricho? Sin contar que es la ceremonia de su coronación como Zar de la Bratva, también—

—En caso de que...—

—¿En caso de que yo muera, Valentina queda en mi lugar como un igual?— arqueo una ceja, asiente— lo hace. En caso de que me muera, cosa que espero que no pase. Me gusta estar vivo a su lado— se ríe por lo bajo— tiene que volver a coronarse como Zar, oficialmente. Es parte del protocolo, cuando tu futura esposa no acepta el título de compañera, sino el de Zar por igual—

El amor del ZarWhere stories live. Discover now