𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑺

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Los años en los que he estado entrenando como un cabrón y haciendo malabares para poder compaginar todo lo que tenía en mi vida, han sido los mejores para poder reforzarme mentalmente, aprender a quererme a mí mismo y entender muchas de las cosas que en el pasado no entendía porque habían tenido que ser así. También me han dado la oportunidad de conocer a la gente que actualmente me rodea y que me ha enseñado que la buenas personas existen y que todo en la vida pasa por algo.

El Connell Hollander que era pequeño, y que aún vivía dentro de mí, me hace saber siempre que puede que está muy feliz de que por fin hayamos encontrado nuestro sitio después de aquellas épocas tan difíciles que tuvimos que pasar.

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—Sé que no os lo esperabais, pero os prometemos que hemos hecho todo lo posible para que esto no sucediera —dice la entrenadora de las chicas. La mujer de unos cuarenta años, delgada y con unas piernas que serían capaces de romper nueces, parece de las más afectadas.

—Tiene que ser una broma —dice Nicole, todavía impactada por la noticia que acabamos de recibir.

—No, no lo es —dice nuestro entrenador. Este le mira con una sonrisa de compasión. Creo que aquí somos todos conscientes de lo que es esta pista para Nicole y mi hermana.

—Seguro que hay algo que podamos hacer —insiste la rubia de los cabellos rizados.

—No creo que nada pueda salvar esto y que pague todo lo que conlleva mantener esta pista —vuelve a responderle el entrenador.

—Seguro que hay algo —murmura la rubia—. Señorita Vangrotel tiene que haber algo, usted siempre sabe como solucionar los problemas —le dice, con un tono de desesperación en la voz.

La entrenadora Vangrotel mira al entrenador Reynolds como si no supieran si lo que van a decir a continuación, nos va a hacer ilusión o nos va a parecer la mayor chorrada que a alguien se le ha podido ocurrir en la vida.

Echo un vistazo a mis compañeros, algunos de ellos, siguen riéndose por la broma que han hecho dentro de los vestuarios y que perdió todo el sentido del mundo cuando ya la han contado cuatro veces a todo el que se encontraban por el camino. Muchas veces me cabreaba ver como pasaban las cosas. Se suponía que estábamos en una de las ligas con mayor porcentaje de posibilidades de poder obtener un fichaje para la National Hockey League y nos acababan de anunciar que iban a cerrarnos la única vía que nos proporciona esa ventaja. ¿Cómo podían estar tan tranquilos?

Vuelvo a dirigir la mirada a mis dos chicas favoritas. Martina permanece al lado de Nicole con el labio haciendo un puchero y las lágrimas a punto de escaparse de sus grandes ojos verdes. Sé que está deseando salir de aquí y largarse a llorar porque siempre ha sido muy dramática cuando le daban malas noticias, pero sé que Nicole está también bastante afectada y por eso permanece a su lado. Porque son una pegatina y una no va a ningún lado sin la otra. Llueve, truene o granice. Siempre han sido así desde que se conocen.

Nicole cruza una mirada conmigo durante unos segundos. No sé si intenta transmitirme algo, pero creo que es la primera vez que la veo tan destrozada y eso me rompe por dentro. Sin pensar mucho en si le va hacer mucha gracia el gesto, paso un brazo por encima de su hombro y la aprieto un poco contra mi cuerpo, ella tira de Martina y se une a nuestro abrazo. Es de las pocas veces en la que los tres estamos de acuerdo en algo.

—Sabemos que es algo difícil de asimilar, chicos. Pero creednos cuando os decimos que no lo hemos intentado todo ya —interviene de nuevo el entrenador Reynolds.

—¿Y si la mantenemos nosotros? —la voz de Gael hace que todos nos giremos hacia él. Normalmente no suele hablar cuando hay este tipo de reuniones. Suele quedarse en silencio, a mi lado mientras máquina en su cabecita todo lo que me va a largar después para que yo retransmita al resto del grupo. No ejerce de segundo capitán porque no quiere, pero estoy seguro que seríamos muy buen equipo.

SALVANDO MR SKI LOUNGEWhere stories live. Discover now