14. Confesiones y secretos

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<<A veces, hablo conmigo de mí...>>




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Después de la cena, Filius llevó a sus tres nuevas águilas a su despacho para hablar con ellos.
El profesor estaba preocupado por cómo se tomarían esa amistad los padres de los dos ex Slytherin.
Sabía que Thadeus Nott era un sangre pura tradicional, y había rumores de que había estado en el círculo interno de Voldemort.
Por lo que sabía, Isabella Zabini era neutral, aunque no estaba seguro de cuáles eran sus ideales.
Fuera cual fuera la reacción de los dos, no permitiría que dañaran a sus nuevos polluelos.
Pero antes de nada, debía preguntarle a los niños su opinión, y ya después podría actuar en consecuencia.

Indicó a los tres niños que se sentaran en el sofá de su oficina mientras él se sentaba en una butaca enfrente de ellos.
El profesor había decorado un rincón de su despacho con un sofá y un par de butacas, además de una alfombra y una mesa baja.
El motivo de esta decoración atípica era porque el jefe de Ravenclaw creía que sus polluelos se sentían más cómodos y seguros en un espacio acogedor cuando tenía que hablar con ellos.

— Ha sido una noche agitada y sé que estaréis cansados así que no os robaré mucho tiempo — habló el profesor de Encantamientos usando un tono de voz calmado y sereno — ¿Estáis contentos con la elección del sombrero?

— Ahora sí — asintió Harry, mostrándole una pequeña sonrisa victoriosa a su profesor favorito.

— Estamos en nuestra verdadera casa ahora— agregó Theo, pasando sus brazo alrededor de los hombros de sus amigos y luciendo una sonrisa feliz que no podías ver muy a menudo en él.

— Sí, será como si está semana nunca hubiera existido — estuvo de acuerdo Blaise, mirando a sus amigos con gesto protector.

— Me alegra escuchar eso. Ahora, estoy un poco preocupado por las posibles reacciones en el exterior — comentó Filius intentando ser lo más delicado posible con el tema.

— ¿A qué se refiere? — preguntó el heredero Nott, sin entender por dónde iba su nuevo jefe de casa.

— ¿Cómo creéis que se tomarán vuestros padres esta amistad? — cuestionó con gesto preocupado el profesor Flitwick.

— ¡Oh! Mamá estará realmente feliz de que por fin podamos estar juntos — reveló Blaise con una enorme sonrisa de felicidad.

— Mi padre también se alegrará. Cuando le conté lo que pasaba, me aconsejó no hacer caso de las críticas y seguir con mi amistad — añadió Theo, sabiendo que, efectivamente, su padre estaría muy orgulloso de él cuando le contara lo que habían hecho.

— Vaya... Eso es realmente interesante— murmuró sorprendido el Jefe de la Casa Ravenclaw, su gesto confuso lo decía todo.

— Mi padre fue mortífago, y Harry ya lo sabe, pero él cambió y aprendió de sus errores — explicó el ojiazul, entendiendo el desconcierto inicial del profesor — Tuvo que hacerlo cuando el monstruo mató a mi madre porque mi padre se negó a matar a un niño.

— No sabía eso. Lo siento mucho, pequeño — lamentó Filius, mientras se daba cuenta de lo equivocado que había estado con las lealtades del padre de su polluelo.

— Está bien, fue hace mucho tiempo...— le quitó importancia el pelinegro, aunque una parte de él siempre extrañaría a su madre, él tenía a su padre, y a Blaise y su madre, y ahora también tenía a Harry.

— ¿Y tus tutores, Harry? ¿Tendrán algún problema? — interrogó el profesor Flitwick, mirando al más pequeño de los tres niños, quién estaba recostado sobre el hombro de Nott.

— A mis tíos no les importa nada de lo que haga mientras no los moleste, así que no tiene que preocuparse, profesor — se encogió de hombros el ojiverde, fingiendo una indiferencia que no sentía en absoluto.

— ¿Cómo que no les importa lo que hagas? — se sorprendió el Jefe de Ravenclaw, el director les había asegurado a todos que estaba creciendo feliz con una familia muy amorosa.

— Los muggles con los que dejaron a Harry son del peor tipo — reveló el heredero Zabini, odiando traicionar  los secretos de su amigo pero no podía dejar que volviera a esa casa.

— ¡Blaise! — protestó el pequeño Potter, mirándolo con gesto dolido que rompió el corazón del italiano.

— Harry dormía en un armario hasta que llegó su carta de Hogwarts — añadió el heredero Nott con un hilo de voz, odiándose a si mismo al ver la mirada traicionada del azabache.

— ¡Theo! — gimió avergonzado el ojiverde, sin poder creerse que sus dos amigos los expusiesen así.

— Tiene que saberlo, pequeño. No puedes volver ahí — se disculpó el castaño, sabiendo que esa sería la única manera de empezar a recibir ayuda.

— Señor Potter... Harry, confía en mí. Si estás en un hogar inadecuado haré lo imposible para lograr que no vuelvas — prometió Filius levantándose de su asiento para ponerse frente al niño.

— Está bien... — aceptó Harry, después de pensarlo mucho. No sabía si esto saldría bien, pero tampoco tenía nada que perder.

El ojiverde tomó aire y confesó lo mucho que lo odiaba su familia, como no supo su verdadero nombre hasta la escuela primaria, hasta entonces siempre había sido freak o chico.
Habló de la caza de Harry, de sus obligaciones domésticas... Habló de todo hasta casi quedarse sin voz.

El profesor Flitwick estaba horrorizado por el relato del pequeño heredero Potter.
Theo y Blaise abrazaban al ojiverde mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas, intentaban hacerse los fuertes por su amigo, pero no dejaban de ser niños.

Filius sabía que no podía dejar enviar a los niños a dormir en ese estado, así que levantándose de la butaca, se dirigió a la chimenea y tiró un puñado de polvos antes de decir el nombre de la persona con la que quería hablar: Isabella Zabini.


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Gracias por leer...

¿Por qué no podemos ser amigos?Where stories live. Discover now