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Todavía lo recuerdo demasiado bien. Ahora, después de todos estos años. Cómo me aferré a su cuerpo sin vida y se formaron lágrimas en mis ojos. Cómo le rogué en silencio al universo que no me la quitara todavía. Cómo le susurré a ella, ahora con el cabello teñido:
"Quédate conmigo, Soojin, por favor, quédate conmigo."
Cuando intentaron apartarla de mí, literalmente tuvieron que arrancar su cuerpo de mi abrazo. Y en ese mismo momento sentí que mi alma y mi corazón también estaban siendo arrancados de mi cuerpo.
Porque eso era lo que Soojin significaba para mí. Ella era mi corazón y mi alma.
Incluso su propio hermano, con el corazón roto como estaba, me decía que la dejara ir.
─Hiciste lo correcto─, me dijo cuando estábamos solos, sentados en el suelo.
Apenas podía verlo a través de mis ojos rojos e hinchados, pero le di una mirada escéptica de todos modos.
─Sé que puede sonar extraño para ti en este momento─, levantó las manos en defensa propia, ─pero piénsalo por un segundo. ¿Qué harías con su cuerpo aquí?─ su voz se quebró cuando se topa con otra pequeña evidencia que le dice que su hermana se ha ido.
Doblo la cabeza en mis manos y un sollozo silencioso escapó de mis labios. ─Sé que tienes razón. Lo sé. Es tan injusto, ¿sabes? Nunca la volveré a ver. Dios, no la besaré, no la abrazaré, no le diré que la amo.
─Lo sé cariño. ─ Murmuró mientras me abrazaba muy fuerte. No dejó de acariciar suavemente mi espalda incluso cuando su camisa se puso toda salada y mojada porque no podía dejar de llorar. Me sentí como una pequeña bebé indefensa.
─Supongo... ella era demasiado buena y brillante para este mundo oscuro.
Un par de días después fue enterrada en Los Ángeles, en el mismo cementerio que Hyung-gu. Solo asistieron pocas personas, pero los paparazzi estaban, como siempre, justo detrás de la puerta, listos para capturar cada lágrima. Y cada cosa escandalosa que podría pasar.
─Malditos imbéciles. Son como hienas. ─ In-guk susurró al notar mis ojos mirando las cámaras ocultas, tratando de llegar allí. ─Ansioso por consumir hasta el más mínimo pedazo de nuestras vidas─, agregó cuando le di una mirada burlona.
Sí, no lo describiría mejor, pensé para mí y luego observé cómo bajaban el ataúd al suelo. Y mi corazón también se hundió, más profundo que cualquiera de ellos. Al mismo tiempo, también se estaba rompiendo en pequeños pedazos que ya no creía que fueran posibles. Pero dolía, dolía más que cualquier otra cosa que haya experimentado, excepto por la muerte de Hyung-gu.
No lloré. No justo allí, en ese mismo momento de todos modos. Dije que necesitaba un momento justo después de que el cuerpo de Soojin fuera tragado por la tierra. Caminé y caminé y caminé hasta que me detuve frente a otra tumba.
