»Que, por supuesto, quien le correspondía era tu madre. ―abrí la boca intentando formular palabra, aunque la sorpresa que aquella oración me había causado lo impedía. El anciano entendió mi confusión y asintió con la cabeza confirmando mis sospechas― Sí Keyra, tu madre es una niña índiga. Ella les ha transmitido a sus hijos ese gen. Mientras Frank cumplía su deber, fui asignado a otro niño; muchos años más tarde. Ese niño fue Damien.

»Apenas nació, supe que debía prepararlo para conocerte; así como Frank te preparó para exactamente lo mismo.

―¿Nunca perdiste el contacto con mi padre?

Se pasó una mano por la cara, frustrado.

―Soy tu abuelo. Frank es mi hijo.

Alcé una ceja. Sinceramente, a esta altura de mi vida, ya nada me sorprendía. Me había acostumbrado a las novedades directas más que a cualquier otra cosa. Tragué saliva. Era creíble. Como vio que no respondería, continuó hablando.

―Ayudé a Damien a que te encontrara. Si bien estuve junto a ti toda tu vida, dejé que el niño cumpliera su trabajo por su cuenta, puesto que el día que su tutor falte; debería hacerlo solo. Además de mentarlo, también he cubierto tus espaldas hasta el día en que él se inscribió al instituto.

―¿Damien... sigue con vida?

Se encogió de hombros.

―No lo sé, querida. Me gustaría poder responderte con exactitud y resolver cada duda tuya... desde que la ICF se incendió, no supe más nada acerca del tema.

Asentí con la cabeza, tragándome las ganas de llorar. Me levanté del pupitre y me planté frente a mi abuelo. Lo abracé con todas mis fuerzas, luego de unos minutos de mirarnos el uno con el otro. Éramos idénticos. Me parecía extraño no haber descubierto el hecho que fuera mi familia todo este tiempo. Acarició mi cabello intentando calmar mis sollozos.

―Es muy astuto y tú lo sabes. ―murmuró con tranquilidad― Debes darle tiempo al tiempo. No te exasperes.

―Lo haré ―contesté secándome las lágrimas. Levanté el bolso del suelo y me lo colgué del hombro.

―Esta tarde pasaré por tu casa. Considero que toda la familia merece explicaciones, ¿bien?

Al salir al exterior, me encontré con el coche de Abby en el aparcamiento del instituto. Ella dejó de maquillarse al verme por el espejo retrovisor y con una radiante sonrisa bajó corriendo a abrazarme. Desde el día que había regresado a Tucson no paraba de hacerlo.

―¿Por qué tienes esa cara? ―preguntó con preocupación. Subí al asiento del copiloto. Apenas el coche se puso en marcha, supe que la lista de reproducción que esa mañana había elegido consistía en "inspiración". Sonaba una de las canciones del cd Viva la Vida de Coldplay. Una buena elección.

Comencé a explicarle todo lo sucedido en lo que iba del día. La primera vez que nos vimos luego de dos años sin ningún tipo de contacto fue conversar y llorar durante medio día.

Me tomé una pausa al pasar por el AutoMc y hacer nuestro pedido. Abby sonrió al cruzarse con su chico. Luego, continué hablando una vez relajadas con la vista en el lago de nuestra ciudad.

―No puedo creer lo que me estás contando ―murmuró dándole un mordisco a su hamburguesa―. Definitivamente Keyra Kinhorm no combina.

―Dudo que ese sea mi nombre. Seguramente el profesor cambió de apellido para no ser tan obvio. Seguiré siendo Peters.

―Qué fuerte. Adolf Kinhorm, Adolf Peters. Suena bien.

Nos quedamos en silencio por un largo rato. Dejé vagar mi mente. Por ciertos motivos, el hecho de enterarme que mi abuelo era un aficionado de la fisiología me había puesto feliz. No estaba apenada ni defraudada con mis padres por habérmelo ocultado. Debía dejar de hacerme problemas por cualquier suceso de mi vida.

El atrapasueños.Where stories live. Discover now