Capítulo 16

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Sentí que el mundo se caía a pedazos a mí alrededor. Me sentí inútil por el hecho de no poder hacer nada para salvar a mi compañero. Su mirada profunda cegándome por completo, sus ojos; ahora negros, pidiéndome ayuda al borde de rendirse a todo. ¿Qué se suponía que haría ahora?

Correr tras él o entregarme yo también. ¡Keyra reacciona!

Las lágrimas amenazaban con salir. No debía llorar, no podía mostrarme vulnerable. La mente me comenzaba a fallar. Visiones y recuerdos pasaban por mis ojos en microsegundos. Era como si mi vida cruzara por ellos, cada momento compartido con los gemelos, con mamá, con Abby... y con Damien.

La primera vez que lo había visto en mis sueños. Era un niño. Había cambiado a lo largo de los años, puesto que era un humano; o al menos aparentaba serlo. Damien cambió muchas cosas en mí al mismo tiempo que descubrió otras o me hizo entender cómo funcionaban la mayoría.

Corrí en dirección contraria por donde se lo habían llevado. Ni siquiera podía controlar la adrenalina de mi cuerpo, parecía no tener control de él. Caí en la cuenta que podría estar acercándome nuevamente a Tucson. Me paré en seco.

Miré a mi alrededor, una bandada de cuervos revoloteaban sobre mi cabeza; a varios metros de distancia. Fruncí el ceño girando sobre mis pies. ¿Qué estaba esperando? ¿Qué mis piernas corrieran por sí solas? ¿O que suceda algún milagro?

Corre, Keyra. Aléjate de la zona... ¡Aléjate de la zona!

Mi cabeza dio una puntada que logró hacerme soltar un fuerte alarido. Caí de rodillas al suelo sosteniéndola con mis manos. Los agentes estaban cerca. Ellos tomaron el control.

Levántate... levántate...

―¡No puedo hacerlo! ―exclamé luchando contra las voces de mi interior. Mis oídos se agudizaron y podía escuchar todos los sonidos rurales y urbanos. Grité con todas mis fuerzas.

Continúa, Keyra...

Manos arriba ―escuché decir a mis espaldas. Sentía el gatillo de un revólver apretarse lentamente. Apreté los ojos con fuerza soltando unas cuantas lágrimas. Di la vuelta, enfrentando a quien me pedía que alzara las manos. Una vez que lo hice, comencé a retroceder―. ¡Quieta!

―¿Nunca se pusieron a pensar que lo que hacen es demasiado estúpido y predecible? ―pregunté chocando contra el pecho de alguien. Contuve la respiración sin darme vuelta.

―Guarda silencio. No querrás empeorar las cosas.

Abrí la boca para protestar, aunque fue en vano; ya que me tomaron por la cintura y me taparon la boca con cinta plateada. Pataleé e intenté deshacerme del agarre de los tipos, pero me lanzaron con fuerza dentro de la camioneta negra.

Sabía que este día llegaría alguna vez, pero jamás imaginé que sería tan pronto. Huir sólo empeoraba las cosas... y no sirvió de nada. Me sentía un animal dirigiéndose al matadero. Me recosté contra una de las paredes de la camioneta. Solté un largo y profundo suspiro. Los odiaba. A ellos y a sus estúpidos inventos.
Cerré los ojos recordando algún momento de felicidad para calmarme.

De lejos se oían los murmullos de los agentes.

―Debemos eliminarla. La harán sufrir y la encerrarán por muchos años ahí dentro. ―era la voz de una mujer. Fruncí el ceño volteando y supuse que las voces provenían de una pequeña ranura en la chapa.

Me asomé entrecerrando los ojos y los observé a todos sentados en una fila horizontal. Manejaba quien sostuvo la pistola a la hora de capturarme y a su lado había dos hombres y una mujer.

―No. La entregaremos como nos lo pidieron y cuando terminen con las pruebas y la eliminación de recuerdos la dejarán salir. ―contestó fríamente el conductor. Vi que la mujer se alteraba. Parecía estar en contra de su trabajo. ¿Y si sobornaban a sus empleados para trabajar allí?

―¿Y qué harán con él? ―volvió a preguntar.

Los tres tipos negaron con la cabeza. No capté quién había respondido.

―Es una carga. Es más que obvio que lo exterminarán lo antes posible. Mientras haya menos cazadores, más fácil será para ellos.

Me volteé con un nudo en la garganta. ¿De qué les serviría borrarme la memoria o deshacerse de Damien? En teoría, aquello les solucionaría todos sus problemas. Pero era algo completamente inhumano. Aunque... ¿qué podría esperarse de ellos? Nada era normal allí.

Lloré a más no poder. Todas sus palabras, las de Damien, me invadieron en ese momento.

Tu capacidad mental, Keyra, es inancanzable.

Tapé mis oídos frunciendo los labios.

―Para. Ya basta ―mascullé sintiendo las lágrimas recorrer mis mejillas. Negué con la cabeza.

Te cuidaré por siempre porque ese es mi deber.

La camioneta dio un tumbo. Abrí los ojos de golpe; esperanzada. Un silencio se formó en todo mi mundo. No se escuchaba nada del exterior.

La puerta de atrás se abrió y dos jóvenes aparecieron en mi campo visual.

―¿Ustedes quiénes son? ―pregunté con el corazón en la garganta. Se miraron entre sí y comenzaron a reírse a carcajadas. Caminé hacia uno de ellos, que me extendía su mano. Apenas la tomé, me dio un tirón logrando que caiga al suelo. Gemí de dolor al sentir la sangre desprenderse de mi piel.

Tosí escupiéndola de mi boca. Mi labio se había reventado contra el asfalto. Cerré los ojos una vez que inyectó algún antídoto en mi cuello, el cual me quitó la poca fuerza que me quedaba para poder reaccionar ante cualquier cosa.

―Vamos, estúpida. Aquí no puedes confiar en nadie ―masculló uno de ellos cargándome sobre su hombro, guiñándome un ojo antes de cerrarlos quedándome completamente inconsciente.

El atrapasueños.Where stories live. Discover now