Capítulo 14

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Bostecé siendo cegada por una luz blanca desde lo más lejano de mi mente. Abrí un ojo lentamente, para luego abrir el otro; con la vista nublada. No lograba captar bien el contorno de las cosas que me rodeaban. Me sentía sobre una superficie acolchonada. Las paredes eran blancas al igual que el techo y el olor a desodorante de piso repugnante no tardó en llegar a mi nariz. Miré mis manos, cayendo en la cuenta que estaba internada.

Comencé a desesperarme. Me senté en la cama intentando quitarme el suero de mi muñeca, cuando vi a Damien entrar por la puerta hacia el interior de la habitación. Una anciana de no más de ochenta o setenta años se encontraba sentada a mis pies.

Me relajé una vez que Damien besó mi frente y sonrió. Miré a la mujer con desconfianza.

―¿Quién es ella? ―pregunté apoyándome sobre mis codos con la ayuda del castaño. La señora tragó saliva, poniéndose de pie. Puso las manos en los bolsillos de su abrigo y me miró forzando una sonrisa, sin mostrar los dientes.

―Soy la madre de Joseph Carter. ―dijo después de soltar un suspiro. Ahora sí pude recibir una sonrisa sincera de su parte― Es un placer conocerte, Keyra.

Dejé caer la mandíbula. Había quedado paralizada. Alcé la cabeza en dirección a Damien, pero sin quitarle la mirada a la madre de Joseph. Mis brazos temblaban mostrándome vulnerable. Demasiado para mi gusto.

―No te haré daño, pequeña ―habló la mujer estirando su brazo tímidamente para tocar mi pie, tapado por la manta. Lo aparté de su tacto y miró a Damien diciendo "es imposible".

―Usted está muerta. ―murmuré con los ojos bien abiertos. Ella negó con la cabeza.

―No fui yo quien viste morir, Keyra. La pareja de ancianos que estaba en la casa no éramos nosotros. Fue obra de la ICF. Querían hacerte caer en su trampa para que sea más fácil atraparte. Pero tú no bajaste la guardia.

―¿A qué se refiere con eso?

―Que no les diste el gusto de asesinarte. Pudiste lidiar con la situación. ―explicó como si estuviera apurada y tuviera que irse rápidamente― Te diré una sola cosa. Debes escucharme y dejar de lado tu orgullo.

Tres fuertes golpes en la puerta la interrumpieron. No entendía absolutamente nada. Fruncí el ceño pasando la mirada de ella a mi acompañante. Quizá, sólo quizá, si me explicaban lo que estaba sucediendo podría entender la situación.

―No desconfíes de Damien. Él... ―tragó saliva mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Un nudo se formó en mi garganta― él es la única persona en quien podrás confiar a partir de ahora. Keyra, no bajes la guardia.

―Señora, explíqueme lo que sucede.

Negó con la cabeza abrazándome, para luego separarse y abrazar con fuerza a Damien.

―Haz lo que te pido. Puedes equivocarte en muchas ocasiones, pero no con mis palabras. No hagas... no hagas lo que Joseph, querida. Sé que tú eres más fuerte.

―¡Abran la puerta o disparamos! ―gritaron del otro lado de la habitación, desde el pasillo. Observé cómo la televisión pasaba de transmitir Los Simpsons a la imagen de hombres bajando de una camioneta con el logo de la Mraz Asosiation estampado. Tomé del brazo a Damien, quién dio un respingo.

Hombres de un aspecto misterioso invaden el Hospital Tucson. ―habló la periodista de las noticias, apareciendo repentinamente en la pantalla― Son demasiados para la policía local. Necesitaremos refuerzos si estos hombres tienen otras intenciones para la ciudad.

El atrapasueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora