No aguanta nada.

Cuando menos me di cuenta, la bestia de mi novio— Lucifer, que bonito se oye cada vez lo pienso o lo digo en voz alta —volviendo al tema, ni siquiera me di cuenta en el momento en que sus manos rompieron la tela de mi vestido junto a mi ropa interior se habían convertido en trozos inservibles de tela, hasta que mi pecho quedó aplastado contra el cuero del banco de azotes.

Creo que me he metido en problemas.

Ups.

Ni tiempo de refutar tuve, porque Xander fue más listo y rápido que yo al atrapar mis manos para atarlas a las correas de cuero que tiene las patas del banco, antes de separar mis piernas con sus manos para atar mis tobillos también, dejándome a su completa merced para hacer lo que quiera conmigo.

No es que me queje.

Mis oídos se agudizan en el momento en que escucho un par de ruidos, mi cabeza se mueve ligeramente hacia la fuente, mi cuerpo se llena con expectación y cierta ansiedad al no ver que estaba haciendo, respiro profundamente para calmar mis terminaciones nerviosas a la par que siento como la humedad de mi coño, se desliza por mi una de mis piernas.

—¿Nena?—

—¿Mm?—

Salgo de mis pensamientos cuando escucho su voz cerca de mi oído, me estremezco de manera agradable al sentir como su mano se pasea por mi espalda un momento antes de que se deslice hacia mis nalgas, las cuales amasa suavemente y cierro mis ojos detrás de la venda, cuando sus labios me besan brevemente la mejilla, eso termina de despejar mi cabeza un momento.

—¿Decías algo?—

—Que podrías repetirme la palabra de seguridad, nena—

—Ah, eso— asiento, aunque tengo el trozo de tela puedo sentir la conexión entre ambos— nigreos

—Bien, no dudes en usarla en el momento en que sientas que todo ha dejado de ser placentero, ¿de acuerdo?—

—Cucciolo, confío en ti—

—Lo sé, pero quiero asegurarme de todas maneras— asiento, sus labios se encuentran con los míos— ahora, volviendo al juego, nena. Dime un múltiplo de tres—

—Mm...— pienso un par de segundos— no lo sé, ¿treinta?—

—¿Segura?—

—Segura—

—Bien. Entonces, serán treinta azotes, amore—

Mis cejas se arquean detrás de la venda, abro y cierro la boca con cierta incredulidad antes de unir los puntos en mi cabeza, gruño con falsa molestia.

—¡Eso es una trampa!—

—No, se llama darte la elección de cuantos azotes quieres, tu misma los elegiste—

—Te odio, parásito—

—También te amo, solnischko— su mano toma mi mentón para besarme— cómo eres una arquitecta de lo más sensual, estoy seguro que sabes contar, ¿verdad, amore?—

—Sí...—

—Entonces, contarás las veces en la que mi mano se estrelle contra tus bonitas nalgas—

—Ya que—

Me besa una última vez antes de soltar mi mentón y mi cuerpo se tensa un momento, ante la expectativa, respiro profundamente para calmar parte de mis nervios mezclado con excitación la humedad de mi coño empeora. Por un par de segundos no ocurre nada, hasta que se me ocurre la brillante idea de abrir la boca con cierta burla.

El amor del ZarWhere stories live. Discover now