Capítulo 27

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Rafaella.

He regresado a mi casa. He dado una sola declaración y con eso ha bastado para que los periodistas dejen de molestarme.

No he dejado de pensar en el pelinegro y no me gusta sentir que se ha alejado.

No me gusta pensar que lo aleje con lo que le dije.

Me jode mucho no poder sacármelo de la cabeza.

He llamado a su teléfono en varias ocasiones, pero no hay respuesta.

He ido a buscarlo a su departamento pero Renzo me ha dicho que no está en el país.

Lo amenace para que me dijera donde estaba y solo menciono: «Ha regresado a Rusia»

Mi corazón dio un brinco cuando menciono aquello. Me atravesó una sensación de pérdida y digamos que fui muy gentil para obtener más información de él, pero no conseguí nada. El chico no habla por nada del mundo y conste que lo amenace con una navaja en la garganta.

Por un momento he pensado en ir a Rusia a buscarlo pero al parecer puede más mi deseo de aplazar el desplante que me hará.

No era un buen día cuando le dije que no confiaba en él.

Si lo hago. Confió en él.

Confió en el desde que me dejo ver más allá de esos iris negros y cada vez que me envuelve en sus brazos con un agarre imposible de soltar. Como si tuviese miedo a que me le escape por algún lado.

Pero sé que no es así. Es Máximo Kuznetsov el maldito ruso que no le teme a nada. Que no depende de nada.

La muerte le teme a él, porque si algún día muere, se hará del poder allá en el infierno. Y será quien se siente en el trono.

Se me escapa una sonrisa cuando pienso en eso. Por qué sé que siempre obtiene todo lo que quiere.

Porque lo quiere todo para él.

Sé que ya volvió a Roma. Sentí mucho alivio cuando me entere. Esta vez no me iré sin hablar con él.

Entro en su piso y detiene su paso volteando a mirar sobre su hombro porque las puertas de su ascensor se abrieron.

-¡Lárgate!-es lo único que dice y retoma el paso.

-¿Podemos hablar?-no me responde y empieza a subir las escaleras.- ¡Máximo! Te estoy hablando.-me ignora y lo sigo por las escaleras.

Entra su habitación y no sé qué hacer así que hago que me mire tomando su mentón.

-Te estoy hablando.-su mirada es fría.

-¡Sal de mi casa!-doy un respingón por el grito pero lo controlo.

De verdad está muy enojado.

Quiero decirle que lo siento pero me da vergüenza hacerlo.

Coloco las palmas de mis manos sobre su pecho y me acerco.

-¿No me darás un beso?-su mirada refleja ira y la mia inocencia pura.

-¿Qué mierda intentas hacer?-me toma por las muñecas intentando poner distancia.

-No fue un buen día cuando hablamos.-me justifico pero parece que nada servirá.

-¿Por qué crees que me interesa?-responde arrogante.

-¿Puedes dejar esta actitud y hablar como personas adultas?-quiero que su ira se aplaque.

-Como persona adulta te digo que te largues.

Choco mis labios con los suyos reclamando un beso que he anhelado durante días pero él no se mueve ni un centímetro. Me alejo y bajo mi mirada a su pecho.

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