Cuántos problemas más voy a tener!? (5)

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—Su Majestad... La Emperatriz estaba rodeada de papeles, siempre tiene tanto trabajo? —NO PODÍAS PREGUNTAR DE OTRA FORMA, NO, ESTÚPIDA?

—Eso depende de la época. En este momento se encuentra organizando la Fiesta de Año Nuevo. Puede que esté más ocupada de lo normal ya que durante las festividades hay mucho que deberá posponerse debido a las actividades que se realizan.

—Oh, ya veo. Y cómo es la fiesta?

'NO SE HABLA DE NAVIER, NO, NO, NO, NO SE HABLA DE NAVIEEEEEEER'

Sovieshu me contó sobre los bailes, los banquetes y demás entretenimientos que solían darse durante esas fechas. Venían muchos invitados de regiones lejanas y blablabla.

Nada que no supiera.

Escuché con fingida atención y realicé las preguntas correctas en los momentos correctos para pretender que REALMENTE me interesaba, así que el desayuno pasó rápidamente. Antes de retirarse, Sovieshu se detuvo antes de abrir la puerta.

—Asistirías a la Fiesta?

—Eh? —Ya sabía que Rashta iba, pero no estaba segura de querer aparecer en sociedad. Venía esquivando las balas lo mejor que podía, y aún así, ya había cometido un error. —No, no lo creo, Su Majestad. —Sonreí con suavidad. —No creo que sea mi lugar.

—Los sirvientes me dicen que no sales mucho. —Se acercó a mí y me tomó de las manos. Se notaba que se sentía mal por mí. —No eres una prisionera. Eres mi invitada. No quisiera que te marchites aquí dentro.

Suspiré.

Nunca había salido demasiado. Mi grupo de amigos en Japón era también el grupo de amigos de Daichi, así que luego del divorcio sentí que no debía seguir en contacto con ellos. Y mis compañeros de trabajo, si bien eran amables, no solían invitarme a lugares que no fueran las clásicas reuniones de compañeros de trabajo. Tenía que medir mi etiqueta y mantener la compostura, porque no podía ser un desastre además de extranjera.

Pero había dicho que disfrutaría de mi nueva vida...

Miré a Sovieshu, apretando suavemente sus manos.

—De acuerdo. Asistiré. También me aseguraré de salir de mi habitación más seguido si eso lo complace, Emperador.

—Quiero que seas feliz, Rashta.

—Muchas gracias por preocuparse por mí, Su Majestad.

Noté el cambio inmediatamente. Sovieshu sonrió, soltó una de mis manos, se agachó y tomó mi rostro.

—Cómo podría no preocuparme?

En cuando la distancia comenzó a cerrarse entre nuestros rostros, sudé frío.

RÁPIDO, UNA DISTRACCIÓN! ALGO, LO QUE SEA!

—SU MAJESTAD, QUÉ JARDÍN ME RECOMIENDA PARA DESCANSAR!? —Chillé, separándome abruptamente y rodando hacia la ventana para abrirla de par en par. —No quisiera incomodar a nadie con mis paseos! —Gesticulé exageradamente. Seguro tenía el rostro tan rojo como las cortinas.

La expresión de Sovieshu pasó de la confusión a la risa.

—La presa cayó en mi trampa, pero parece que aún no la he capturado. —Me observó con una media sonrisa que derretiría hasta el corazón más frio. ERES PAPA CASADA, SOVIESHU! —Enviaré a uno de mis secretarios para que te escolte por el palacio y te lo enseñe.

—Siempre tan atento, Su Majestad. —Me doblé por la cintura. Me estaba acostumbrando a todas estas reverencias innecesarias. Aunque sin la silla de ruedas, podría hacerlas con más gracia.

Un rato después, Cherry me informó que tenía un visitante.

—Lady Rashta. Soy el Barón Langt. El Emperador me ha enviado para escoltarla.

—Mucho gusto, Barón. —Le dediqué mi mejor sonrisa. El pobre tipo había caído en la telaraña de Rashta. Había creído que era una pobre damisela en peligro y al final, había intentado ayudarla a escapar. Su vida se había ido al diablo por su culpa. Conmigo no iba a tener ese problema.

—Por dónde quiere comenzar?

—El Emperador sugirió que salga más, así que cualquier lugar al aire libre estará bien.

—Por supuesto.

Cerré los ojos con placer en cuanto me dio el sol. 'Si. –pensé– Lo necesitaba.' Respiré profundamente el limpio aire del imperio. Qué distinto era todo cuando uno no vivía rodeado de contaminación.
El paseo comenzó en el jardín del Palacio Este. Con el hombre a mi derecha, Kate a mi izquierda, y Cherry empujando mi silla, caminamos perezosamente hacia el jardín del Palacio Central. Me aseguré de prestar atención a las indicaciones del Barón para poder ubicarme luego.

También aproveché y caí en mi placer culposo, la arquitectura. Fue mi primera opción como carrera, pero dibujar se me daba espantoso.
Le hice mil preguntas sobre el palacio, desde el método de construcción hasta el tallado de las molduras y pilares, pidiendo que nos acerquemos a algo que me había llamado la atención cada dos minutos y alabando abiertamente la mano del escultor. Si eso le pareció extraño, no lo mencionó.
Ocasionalmente, las personas que se cruzaban en nuestro camino se reverenciaban ante mí y saludaban respetuosamente para luego cuchichear con sorpresa en cuanto nos alejábamos unos pasos. El Barón, al notarme incómoda, me dijo que todos en el Palacio Este estaban emocionados de por fin verme.

—De haber sabido, me hubiese quedado en mi habitación. Me siento como un fenómeno. —Sonreí, nerviosa.

—Oh, no diga eso, Lady Rashta. Están sorprendidos de que la señorita que Su Majestad invitó al palacio sea tan hermosa y educada, eso es todo. —Dijo, intentando hacerme sentir mejor.

Al llegar al Palacio Central, la atmósfera cambió. La gente seguía saludándonos, pero muchos de ellos me dedicaban miradas extrañas y sus cuchicheos eran más hostiles. Supuse que, al ser el lugar donde los emperadores trabajaban, había partidarios de los dos. Y la gente de Navier probablemente estaba ofendida en su nombre por lo que había ocurrido en el campamento.

Como a mi lado se encontraba el Barón, no escuché la palabra esclava ni una sola vez. Pero sabía que la estaban pensando. Sus miradas la gritaban.

Me daba igual. Mi idea era recuperarme e irme a Wirwol, que ellos pensaran lo que quisieran.

Miré a mis sirvientas. Habían cambiado y ahora Kate empujaba. Debían estar agotadas puesto que llevábamos un buen rato caminando.

—Qué tal si nos sentamos un momento? Allí parece un buen lugar. —Señalé un banco bajo la sombra de un gran árbol junto al camino. El Barón estuvo de acuerdo.

No habían pasado ni cinco minutos, cuando un sirviente apareció para llevarse al secretario, que se retiró entre varias disculpas.

—El Barón parece impresionado con usted, Lady Rashta! —Exclamó Kate.

—Es verdad! Mientras conversaban y usted comentaba esto o aquello sobre no sé qué cosa de la columna o las filigranas, él la observaba embelesado! —Kate tenía ojos soñadores.

—Vamos, no digan tonterías... —Dije, con un gesto de la mano para desestimarla.

—No son tonterías, Lady Rashta! Usted cautiva el corazón de cada hombre que se cruza en su camino! —Dijo Cherry, como si eso fuese algo bueno.

Ay. Cosita.

Sonreí, dejándolas seguir con su perorata. Me recordaban mucho a mis primas menores cuando comencé mi relación con Daichi. Ambas eran fans empedernidas del K-pop, así que estaban encantadísimas conque su tía favorita –como comenzaron a llamarme en ese momento– estuviese saliendo con un asiático.

—No hay dudas de porqué el Emperador está enamorado de usted, Lady Rashta!

—Qué dijiste!? —El grito desgarrador nos hizo saltar a las tres. —El emperador JAMÁS podría enamorarse de una esclava mugrosa!

...Era Laura, cierto? 

Ayuda! Reencarné en la Rata!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora