Vignette de Hiroko: Una Crianza Estricta

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Los ojos castaños miraron a Grim durmiendo al pie de la cama del dormitorio que compartían. Ya había pasado un tiempo desde que había llegado a aquel mundo desconocido para ella y Crowley no parecía realmente estar intentando investigar alguna manera de llevarla a su hogar. Era buena idea comenzar a planear a futuro si es que no podía volver a casa de ninguna manera –cosa que se veía muy probable gracias a Crowley–. Eran cuatro cursos en el Night Raven College y por consiguiente eran cuatro años para Hiroko quedándose en la escuela ¿pero qué iba a pasar después con ella? Tal vez podía quedarse como parte del personal ya sea siendo asistente de un maestro o ofreciendo ayuda a Sam en su tienda, incluso podría hablar con Trey para trabajar en la panadería de su familia.

Si algo se le había enseñado a Hiroko, era a siempre tener un respaldo para cualquier situación, pues la vida no siempre era como se esperaba o se quería. El hecho de que Hiroko deseara volver a casa, no significaba que pudiera volver algún día.

—Abuelo —murmuró, empezando a recordarlo.

El ver los recuerdos de Riddle con su madre hicieron que Hiroko recordara su infancia y a su abuelo.

Kento Makimura, su abuelo materno, era un hombre estricto y firme, quien había servido en la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra abrió un dojo donde se especializó en la enseñanza del kyūdo, pues le apasionaba la arquería y el enseñar.

Hiroko y su hermana Kaori habían sido criadas por él. El padre de ambas murió y su madre había sido internada en un hospital psiquiátrico por las secuelas que dejó el accidente, desarrollando Estrés Post-Traumático y una profunda depresión. Hiroko sólo tenía 5 años, y su hermana menor 2 años, cuando fueron separadas de la calidez materna. Desde que su abuelo tomó la custodia de las niñas, actuó con firmeza, especialmente con Hiroko, quien al ser la hermana mayor, siempre se le había exigido más.

Desde que tiene memoria, Hiroko se levantaba antes de la salida del sol, ya que su abuelo requería ayuda para preparar el desayuno y también arreglar el dojo para las clases que iniciaban durante las mañanas. Ni un día de su vida, a partir de entonces, Hiroko supo lo que era levantarse después de la salida del sol.

Hiroko no solo ayudaba a su abuelo con las cosas del dojo, sino también con otras tareas del hogar como barrer el patio, lavar y tender la ropa, o limpiar el piso. Hiroko hacía aquello porque Kento era demasiado viejo para hacer mucha actividad física y era él quien se encargaba de alimentar a las niñas y el aseo de los trastos.

Kento también era estricto como instructor de kyūdo. Hiroko siempre había estado interesada en el arte de la alquería, siendo parte de los alumnos de Kento en el dojo familiar. Aún siendo su nieta, él era bastante exigente con el perfeccionismo de la niñaa en aquel arte de guerra.

—Ouch— Se quejó la niña ante el golpe recibido en su mano con el bastón de su abuelo.

—¿Qué es esa postura? La espalda debe estar firme y no cierres uno de tus ojos, ambos deben estar abiertos para que veas mejor tu objetivo —Instruyó el viejo Makimura a la pequeña— Estás muy tensa, tienes que relajar los hombros ¿quieres ser una profesional del kyūdo o no?

—Sí, abuelo.

—Entonces hazlo bien.

Hiroko recuerda bien cómo le salían callos en las manos por lo mucho que practicaba con el arco bajo la supervisión de su abuelo. Incluso después de las clases del dojo, él la hacía quedarse horas extra. Todo era con el fin de que su nieta alcanzara la excelencia y perfección desde una corta edad, pues ella no podría ser una profesional si Kento fuese un instructor blando.

Cuando entró a la primaria a los 6 años, la presión fue aumentando, debido a que su abuelo también esperaba que Hiroko alcanzará la excelencia académica. A sus quehaceres del hogar y las prácticas de Kyūdo, se sumaban largas sesiones de estudio, donde su abuelo la ponía a hacer ejercicios matemáticos difíciles, prácticas de escritura de japonés más avanzado a lo que ella estaba aprendiendo y largas lecturas de libros de historia. Durante el día, Hiroko sólo tenía dos después de las 8pm para hacer lo que le gustaba, ya que si era de dormir era a las 10pm.

—Hey, Tachibana-san ¿quieres ir con nosotras al karaoke después de la escuela? —preguntó una de sus compañeras de clase durante la secundaria.

—Lo siento, estaré ocupada.

—Oh, qué lástima. En otra ocasión será.

Ella nunca tuvo el tiempo libre para salir con sus compañeros de clase y hacer amigos en la escuela. Después de clases, solía ayudar a su abuelo con algunas tareas de la casa. Ahora que Kaori estaba más grande, se dividía el trabajo entre ambas, pero Hiroko seguía siendo a la que más se le exigía al ser la hermana mayor.

Hiroko tenía clases de kyūdo por la tarde y sesiones de estudio en la noche en una academia cerca de su casa. Los fines de semana seguía teniendo entrenamiento extra con su abuelo y quehaceres que terminar. La diferencia, era que Hiroko podía salir con compañeros (de escuela o de kyūdo) el sábado o el domingo, pero solo cuando terminaba sus deberes; además, debía llegar antes de las 5 de la tarde para las prácticas extra con su abuelo.

Gracias a la aspiración de la excelencia, en lugar de salir los fines de semana, se inscribió a otro tipo de cursos y clases para ampliar sus habilidades. Entre sus inscripciones, estaban las lecciones de canto, cursos de shōdo, cursos de crochet y clases de coreano. En el poco tiempo que tenía libre, solía leer o armar rompecabezas.

A pesar de los tratos estrictos de su abuelo, Kento amaba a sus nietas con todo su corazón y haría todo lo posible para defenderlas. Su forma estricta de ser, y la exigencia para con las niñas, era porque quería lo mejor para ellas y supieran sobrevivir a la cultura tan exigente y competitiva en la que nacieron. De vez en cuando les daba algo dulce para comer o preparaba sus platillos favoritos. A Hiroko le solía regalar libros y rompecabezas, él las abrazaba en algunas ocasiones para mostrar su afecto y había momentos en que se divertían juntos de manera genuina.

Su madre fue dada de alta mientras cursaba el último año de la secundaria, por lo cual la exigencia y las responsabilidades que pesaban en los hombros de Hiroko, simplemente se desvanecieron ante la naturaleza más cálida y suave de la señora Miho Tachibana. Las sesiones nocturnas de estudio y horas extras de kyūdo fueron eliminadas de sus obligaciones. Miho pidió a su padre no hacer que las niñas se exigieran demasiado o obligarlas a hacer tareas u horas extras que no deseaban. Miho fue quien se hizo cargo de los deberes del hogar.

Cuando su madre volvió a su vida, Hiroko podía elegir. Si quería tomar lecciones extra, era su decisión, no una exigencia. La joven seguía siendo seguidora de las reglas y siempre buscaba mejorarse a sí misma y exigirse ser mejor, pero esta vez lo hacía por decisión propia y no por la imposición de nadie.

Volviendo a su presente en Twisted Wonderland, la mirada de Hiroko se tornó triste al recordar el fallecimiento de su abuelo durante su primer año de preparatoria. A pesar de todo, Hiroko amaba profundamente a su abuelo y le tenía un inmenso respeto, agradecida por cada enseñanza que le dejó. Gracias a lo estricto y lo exigente que era, habían aprendido a formar un espíritu inquebrantable, en donde la exigencia de la sociedad japonesa no las consumía hasta llegar al borde de quitarse la vida como lo hicieron otros conocidos suyos.

La chica se acurrucó en la cama. Ya se había perdido demasiado en sus pensamientos y se estaba haciendo tarde. Lo mejor sería dormir, ya que tendrían clases con el profesor Vargas temprano por la mañana y no quería sentirse cansada durante la clase de Educación Física.

—Buenas noches—susurró a los familiares que ahora estaban lejos, antes de cerrar los ojos.

Un Retorcido Cuento de Hadas [Twisted Wonderland x OC]Where stories live. Discover now