Capítulo 30

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Observaba por la ventana gran parte del tiempo intentando admirarlo lo bonita que me parecía la ciudad, mi cabeza era un mundo de pensamientos, pero se sentía bien salir del palacio.

─¿En qué estás pensando? ─Preguntó Carsten quien iba concentrado al volante, me alejé un poco de la ventana para voltear a verle, su mirada estaba fija al frente.

─En que la ciudad me parece impresionante, todo en general y en que es impresionante que un día serás el rey de este país ─confesé, Carsten se quedó en silencio por aproximadamente un minuto antes de responder.

─A veces a mi también me cuesta creerlo ─se atrevió a hablar, recordé lo que había escuchado con anterioridad, en que antes de él su hermano sería el rey de este país.

─¿Es difícil para ti?

Carsten se tomó su tiempo antes de responder a mi pregunta no sin antes soltar un suspiro.

─Demasiado aunque no lo parezca ─las comisuras de sus labios se alzaron en una pequeña mueca─. Un día crees que tienes tu vida bajo control y de pronto todo se vuelve incierto, pero tienes que fingir que todo está bien.

Fingir.

Saboreé la palabra en mi cabeza. Nunca imaginé que Carsten fingía sobre su vida, sobre que todo estaba bien a su alrededor, siempre daba la impresión de ser una persona segura que parecía tener todo bajo control, me sentí especial que confesara que no era así.

─Todo se vuelve complicado cuando tienes que fingir que todo está bien, ¿no? ─Lo sabía mejor que nadie, por mucho tiempo. Fingía ante mi familia que mi vida iba bien, que las cosas a las que debería tomarle importancia, no era relevantes para mí, pero uno siempre se cansa de fingir todo el tiempo.

Por más que siempre tratamos de ser fuertes, no siempre es posible.

─Algunos no siempre tenemos opción ─dijo encogiéndose de hombros con intención de restarle importancia.

Sentí que un silencio pesado se formó en la habitación.

─¿Alguna vez has anhelado otra vida? ─Me atreví a preguntarle antes de que todo se volviera más incómodo en el auto. Carsten volteó a verme rápidamente antes de seguir conduciendo, visualicé la mueca en sus labios.

─A veces ─confesó, sentí que hubo una pizca de remordimiento en ello, como si admitirlo le ocasionara algo de culpa.

─Como todos.

Dije. Porque no importa qué tan linda sea tu vida o qué tan conforme estés con ella, todos alguna vez hemos anhelado otra vida.

─¿Qué hay de ti? ─Preguntó en un tono curioso. Por mucho que quise evadir su pregunta, al final terminé respondiendo.

─Tal vez en algunos momentos de mi vida lo he hecho ─admití con una mueca en la boca. Contuve mis ganas de contarle más, a veces, podría considerarme algo habladora, no porque quisiera contar todo sino porque a veces no podía evitar hablar, salía de mí de una manera natural, pero hacía mi esfuerzo por contenerme con ciertas cosas porque me parecía que era lo mejor.

─¿Cómo es tu vida en América? ─Preguntó con interés y fruncí los labios.

─Ajetreada ─confesé─. La mayor parte del tiempo vives para trabajar, las jornadas laborales son largas así que tienes poco tiempo para ti mismo, pero no puedo quejarme. Crecí en un buen lugar con buenas personas, mis abuelos son geniales.

─¿Siempre has estado con ellos?

Asentí.

─Son lo único que tengo ─y lo decía en serio, mis abuelos eran mi todo y aunque no se lo dije en voz alta, ellos eran una de las razones por las que estaba aquí trabajando en su país como su casamentera real.

Si la corona te quedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora