Puedo hacer tanto por ti, mi futura reina. Solo debes dejarme, aceptarme. Quiéreme como yo te quiero, ámame como yo te amo. Elígeme.

Mi vida existe por ti, y la tuya por la mía. Nuestras vidas están unidas, el destino así lo quiso y así debe ser.

Juntos por la eternidad.

Úneteme a mí, mi amor, acepta mi sangre; debes hacerlo o moriré. Hazlo, si no, no podrás vivir. Me veré obligado a acabar con tu insignificante vida, y luego con la mía. La decadencia me llevará a ello; no me orilles a ella.

Te haré feliz, te lo prometo. Y las promesas en Alkivia son para siempre. Te llenaré de riquezas, te amaré, tendrás todo lo que mi amor desquiciado pueda darte.

Todo.

Ven, encuéntrame en las sombras. Nací para ti, Micaella. Abandona tu insignificante y frágil vida humana. Zambúllete por mi amor y cumple tu destino conmigo. Acéptame. Aunque tu amor sea tenue en tu ahora, en algún momento lo harás; debes hacerlo. Está escrito.

Nuestras vidas son una vorágine de locura entrelazadas por las partículas de un universo que no nos pertenece.

Te detesto, Micaella. Tú puedes ser mi perdición.

Te amo, Micaella. Tú puedes ser mi salvación.

Te deseo, Micaella. Tú puedes ser mi condenación.

Te quiero, Micaella. Déjame ser tu ascensión.

El deseo primitivo es lo que guía a mi especie y, cuando el impulso más visceral te domine a ti, estaremos marcados para la eternidad.

Micaella, no me veas así. Me destroza cuando lloras. ¿Hace cuánto que no descansas, mi dulce Micaella? Tus trenzas, que antes adornabas, con jazmines, ahora lucen desalineadas. Dices que es mi culpa que Lucca no haya regresado; pero no te creo, ni tú lo crees. Estás mal por tu vida, porque si estuvieras conmigo, nada más te preocuparía.

Te desvistes con prisa para que no vea tu cuerpo y te metes en la ducha con los ojos cerrados. Acto inútil de por sí porque ya lo conozco en toda su extensión y por completo. He saboreado cada poro de tu piel y tú has anhelado por más, con tu espalda arqueada y tus mejillas sonrosadas.

¡Micaella, Micaella! Has tentado al ser que vive en mí, liberaste a la bestia. Eres lo que más anhelo en mi vida y lo odio con tanta fuerza. Odio que mi especie me condene a amarte, odio nuestro destino, odio amarte con tanto dolor.

Has nacido para mí; eres mi reina. Y aunque soy tu rey, quiero que me hagas tu esclavo. Eres lo que necesito. Dime lo que deseas y te lo daré, gime mi nombre con placer. Desgarra tus entrañas, suplica por más.

Seré tu amo.

Cuando te fundas conmigo y unamos nuestras sangres el tiempo se detendrá y tu humanidad dejará de darme asco. Te llevaré a mi Alkivia querida y te coronaré. Cada capricho que tengas se cumplirá, mi deber es hacerte feliz. Estás destinada a ser la próxima soberana de mi pueblo.

Ay, mi Micaella. Si tan solo vieras cuánto te amo. Conozco las nimiedades que haces, aprendí tu rutina y cada uno de tus gestos. Sé que cortas el pan en rodajas y lo metes al horno porque no confías en las tostadoras. Sé que agarras una chuchilla filosa para cortar las frutas o que detestas desparramar la mermelada con una cuchara.

Pero aún te cuesta creer en mí. Es normal. Ustedes nos rechazan. Debe ser así. En los inicios, antes de que la historia sea historia, nosotros los visitábamos. Intentamos convivir, pero no funcionó. Dioses vengadores, demonios, fantasmas, espíritus, mams, ángeles caídos, almas en pena, demonios, monstruos; nos dieron un sinfín de nombres como culturas se formaron. Si ocurría algo malo, con seguridad se referían a nosotros como los culpables.

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