E 0 3 [La suicida]

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—¿Tu cuerpo se ha vuelto a marcar en «sueños»? —se burla, dolido. Escucho en su voz que no quiere lastimarte, pero no puede evitarlo. Le duele.

Sin embargo, no son mis marcas las que te llevan a pedirle tiempo. Algo cambió, es diferente. ¿Qué te está orillando a la locura, mi amada?

Suspiras, paciente.

—Necesito más tiempo para pensar en lo nuestro —explicas—. No estoy bien. —Es cierto. No lo estás. Te veo a tus ojos, y me encuentras. Lloras desconsolada—. No quiero que sigas cargando con mis problemas.

—Mica, deja que te ayude —murmura Lucca, culpable—. Te ayudaré a encontrarla de nuevo. Si pudimos hacerlo una vez, podremos hacerlo otra. O podrías esperar a que sea una adulta y...

—No. No lo digas —gritas y la ira dibuja surcos feroces en tus facciones angeladas—. Es mi hermana. No deberían mentirle. ¡Debería estar conmigo!

—Mica, por favor. Debes seguir adelante y darles tiempo a las cosas...

Sonríes, pero no es una sonrisa que deseo ver.

—¿Tiempo? ¡¿Tiempo?! —inquieres como si te estuvieran haciendo una broma de mal gusto—. ¿Ahora hablas de «tiempo»?

—Mica...

—¿No te parece que dediqué demasiado tiempo de mi vida en buscar a mi hermana menor?

—Mica...

—¿Entiendes que ella estaba en este maldito pueblo, pero se la llevaron para que no pueda decirle quién soy?

—Mica, déjame hablar. Sabes que no quise decir eso.

—Basta, Lucca —sentencias—. Si me quieres, esperarás por nuestro matrimonio.

—Micaella, basta. Déjame ayudarte. No estás bien.

—Ya no quiero que nadie me ayude.

Y cortas.

La llamada me permite comprender por qué te encuentras así. Yo tampoco volveré a ver a mi hermana, sin embargo, no puedo imaginar el significado de tus sentimientos . No sentía amor por ella, es diferente para nosotros.

No obstante, tu llanto desgarrador se encarga de transmitirme qué es lo que sientes. En la musicalidad de tus sollozos puedo sentir cada pieza de tu dolor como si fuera una sinfonía que reproduce el mío propio. Tu desesperación, la oscuridad de tu alma, la agonía. ¿Cómo es que ahí también puedes albergar tanta luz?

Si sigues así, te consumirás: no puedo permitirlo.

—¡Vete también! —gritas y avientas el teléfono hacia una sombra que piensas que es mía.

Lucca insiste por ti. Tú sigues posponiendo la fecha. Quieres cancelar, pero temes arrepentirte. Es lo poco que aún queda de tu cordura lo que te impide hacerlo.

Pero pronto dejo de oír la voz del humano que te corteja. Dices que soy lo único que te quedó. ¿Debería hacerme feliz eso, Micaella?

Te vuelves dócil, dejas que me acerque y me abres la puerta a tus pensamientos. Dejas que tus sueños se escapen de los límites de la realidad y se vuelvan una pintura salvaje de éxtasis y placer. Dices que soy una droga, el químico que diluye los síntomas de tu dolor.

—Te amo, Micaella.

Tú no me respondes. Aún no sientes amor por mí, lo sé y no negaré que me duele, pero más me duele que sigas consumiéndote en la decadencia de tu sufrimiento.

Estás marcada en mi piel, y yo en la tuya, Micaella. No puedes mentirme porque siento lo que sientes, pero potenciado. De tu felicidad, florecen las flores. De tu furia, erupcionan volcanes; de tu desesperación, ocasiono caos.

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