J. asintió de mala gana. No le apetecía mucho que esos seres tuviesen acceso a sus pocas armas, sin embargo, la mayoría necesitaba ser reparada y puesta a punto, a su pesar. No tenían ninguna posibilidad si los visitantes decidían tomar la torre del arca, por mucho que él quisiera defender a los suyos, se sentía por completo impotente.



Aunque el comandante Tarigh había sido muy explícito en ello. A los terráqueos, salvo que demostraran lo contrario o se volviesen hostiles, serían considerados sus iguales.

J. abrió con un par de llaves las dos cerraduras que guardaban el almacén.
Respiró hondo, quizás estuviese dando vía libre a todos esos sujetos para que tomaran por la fuerza de las armas a toda la torre.

Abrió y pasó, la habitación principal estaba recubierta con estanterías metálicas con diferentes repuestos, en la mayoría inservibles.

Las armas estaban al fondo, guardadas tras rejas, de la cual él también poseía la llave, pocos pasos más y todo podía haber acabado, sintiendo casi el aliento en la nuca del capitán extraterrestre, giró la llave en el candado.

Todo lo que había en esas habitaciones eran armas arrojadizas hacia la cabeza de Deigh. La terrícola tras pasar el celo, e intentar sacarse a la fuerza el brazalete de compañeros la había tomado con él. Joder, maldita fuese, la superaba en fuerza, pero no se atrevía ni a ponerle un dedo encima por no dañar a ella ni al futuro bebé que esperaría.

Pudo por fin conseguir que se cansase y se sentase en un rincón a llorar como una niña. Aprovechó la situación para llamar a Soreigh.

––Teniente, tengo un problema aquí...

––Si es comida haré que os la suban...––dijo la mujer con tono cansino––.Espero que el celo se os haya pasado ya, no deseo ver cuerpos desnudos por el momento, fuera de la habitación medicalizada.

––Ya ha pasado...

––Menos mal... Tres días solares, el doble que en nuestro planeta. Estaréis famélicos.

––Eso también, pero necesito que vengas, ella, ella no hace más que llorar, después de arrojarme todo lo que tenía a mano, intentar arrancarse el brazalete y llamarme palabras que ni siquiera he entendido, ¡Se ha acuclillado en un rincón, y no para de llorar, no habla, no dice, nada, solo...!

––Subidón de hormonas...––cortó al otro lado del comunicador Soreigh––. No intentes acercarte, no intentes tocarla, puedes hacerle daño, somos mucho más fuertes que ella, a pesar de los nanomec. Voy enseguida.

La voz de Soreigh se apagó al otro lado en un corto chirrido.

––Mujer... Laura, Laura, no llores, no temas nada, Soreigh viene enseguida, yo no quiero hacerte daño, eres mi compañera, jamás levantaría la mano en tu contra. Eres lo más preciado que puede recibir un guerrero, y ni siguiera soy merecedor de ello.

Laura seguía encogida en ese rincón, envuelta en telas color morado apenas cubierta con ellas, sola no había conseguido ponerse el vestido como era costumbre. Por suerte Soreigh no tardó demasiado, pero desde la otra esquina del camarote, a Deigh se e estaba haciendo una eternidad. Quería acercarse a ella para abrazarla y consolarla, pero no sabía como hacerlo, extraños sentimientos estaban rompiendo en su pecho y no sabía como calibrarlos ni manejarlos.

La puerta se abrió y Soreigh con su uniforme y una valija color plateado, le miró directo a él.

––Sal al pasillo, déjanos solas unos minutos. Será mejor para ambos un poco de distancia.

Deigh, a pesar de tener rango superior a Soreigh, en casos médicos no tenía ni idea y en hembras menos, así que salió lo más rápido que le dieron sus pasos, dejando a ambas solas dentro de su hasta ahora tranquilo camarote.

CONTACTO EN LA ÚLTIMA FASEWhere stories live. Discover now