Back To You |Kakashi Hatake| (KakashixOc)

Capítulo 50 (parte final)

Todos los días tenía la misma rutina. Se levantaba temprano y dejaba flores en las tumbas de sus padres, entrenaba un poco y volvía a su casa cuando se asomaban los primeros rayos de sol para despertar a Emiko y desayunar con ella. Después, se dirigía al hospital, caminando siempre por las mismas calles y haciendo notas mentales de las diferencias que encontraba cada día. A pesar de la ausencia de un Hokage, los habitantes se mantenían optimistas y contribuían a la reconstrucción de la Hoja mientras intercambiaban rumores sobre el posible sucesor del Tercero. 

Una vez llegada al hospital, Hikaru se dirigía a la habitación de Kakashi, quien se encontraba internado desde la visita de Itachi a la aldea. La kunoichi se había enterado del altercado entre ambos shinobis poco después de su charla con el Uchiha y, desde entonces, se había encargado de los cuidados de Kakashi. Sin embargo, no había mucho que pudiera hacer. Sus conocimientos en ninjutsu médico eran limitados, no aptos para ayudar a una víctima del Tsukuyomi de Itachi. Cada mañana, se aseguraba de que la condición de Kakashi no hubiera empeorado. Luego abandonaba la habitación para seguir con sus responsabilidades en el hospital. Ya no tenía tantas cirugías como los días posteriores a la invasión, pero aun había muchos shinobis que habían sido heridos durante ésta y estaba llevando a cabo la rehabilitación correspondiente. Aunque no era responsabilidad de Hikaru, le gustaba acompañarlos y ver sus mejoras. Una vez terminado su turno, Hikaru volvía a la habitación del shinobi y le contaba sobre su día. 

Su rutina era la misma todos los días. Era su humor el que cambiaba. Había días en los que se levantaba enojada con el shinobi y cuando lo revisaba sus movimientos se volvían bruscos y sus dientes rechinaban mientras insultaba por lo bajo. Otros  días se levantaba con una tristeza inmensurable que solo empeoraba al ver el estado del shinobi. En este caso, solía tomarse más tiempo con él, le hablaba con una voz suave mientras le pedía perdón y le suplicaba que despertara para que pudiera explicarle todo. Hikaru sabía que Jiraiya se había llevado a Naruto en busca de Tsunade, una aprendiz de su padre que era una candidata para reemplazarlo como Hokage, y había pensado que su llegada era una cuestión de días y, que una vez allí, ella se encargaría de curar a Kakashi sin problemas. Pero los días le resultaban interminables y, aunque no había pasado tanto tiempo, la kunoichi temía que nunca fuera a llegar. 

Había otros días en que se sentía entumecida. Estos eran sus favoritos. Sentía como si estuviera en piloto automático, haciendo todo por inercia y sin detenerse a pensar realmente qué le estaba pasando. Solo hacía lo que tenía que hacer y volvía a su casa a cenar con Emiko, quien siempre la recibía con una sonrisa. 

Ese día había empezado como cualquier otro, era uno de aquellos donde se encontraba enojada con Kakashi y deseaba que despertara solo para golpearlo en la cara sin sentirse culpable por lastimar a alguien indefenso. Apenas llegó al hospital, notó un cambio en el humor general, todos parecían más animados y por los pasillos viajaban murmullos que provenían de todas partes del lugar. Hikaru no le prestó mucha atención, tenía programada una apendicectomía para más tarde y estaba segura que, cualquiera fuera el rumor de turno, se enteraría allí. 

Caminó hasta la habitación de Kakashi mientras leía una carpeta con detalles del paciente que iban a operar más tarde. Siempre intentaba memorizar cada detalle, incluso para operaciones de rutina como aquella, y pensar complicaciones que podrían darse y cómo podrían ser resueltas. Además, andar con la mirada baja concentrada en otra cosa desalentaba a cualquiera que quisiera molestarla con trivialidades. 

Apenas entró en la habitación, se percató de la presencia de otras personas . Kakashi se encontraba despierto, estaba sentado a duras penas en la cama de hospital mientras Tsunade estaba parada a los pies de la misma. Aunque habían pasado años desde la última vez que había visto a la alumna de su padre, la sanin no había envejecido en lo absoluto.