Bien, tenía razón en eso.

Quitándose del camino de piedra por el cual otros estudiantes de humanidades querían transitar, se sentó junto al pelirrojo; mirándole, esperando que este se marchara. Pero Chuuya seguía ahí. Comiendo lentamente, devolviéndole la mirada, con una expresión estoica que rozaba en la molestia, pero no la suficiente como para querer marcharse, logrando inquietarle un poco.

―¿Cómo sabías que estaría aquí? ―inquirió Dazai, ansioso por el silencio a su alrededor―. No siempre tengo clases en este edificio, ¿tu instinto animal te dijo que estaría aquí?

―¿A quién llamas animal, bestia? ―insultó, arrugando el papel que envolvía lo que restaba del taiyaki y lanzándolo al moreno. Cuando este rebotó contra su rostro, fácilmente lo atrapó entre sus manos e ignoró las quejas de Dazai, reconociéndolo como un molesto sonido de fondo nada más―. Solo diré que un mago nunca revela sus secretos, y que alguien que conoces te vendió por una bolsa de dulces.

Dazai volvió a soltar un quejido, pero esta vez de frustración y molestia.

―No me digas, ¿Ranpo? ―adivinó, y el pelirrojo asintió.

―Ajá. Atsushi se aburrió de que todo el tiempo le preguntara a él sobre cuál era tu última clase del día, así que me llevó con ese bastardo ―explicó, y su rostro se tornó como el de alguien que estaba recordando una pesadilla―. No creía posible que existiera un pedazo de mierda egocéntrica más grande que tú. ¿No estás celoso por haber perdido ese primer lugar, Dazai?

― Mucho ―respondió, y aunque solo había pasado un momento desde que se acomodó en la banca, se levantó―. De todas formas, no sé qué quieres y no me importa, pero estoy ocupado y necesito estudiar. Nos vemos.

Se marchó antes de que Chuuya pudiera darle una respuesta. Cuando miró hacia atrás, el pelirrojo seguía en el banquillo, terminando de comer su taiyaki con toda la calma del mundo, como si solo estuviese preocupado de existir en ese momento y de nada más. Ni siquiera le devolvió la mirada y, aunque aquello le entristeció un poco, volvió su atención hacia al frente y continuó caminando.

Después de dar solo un par de pasos hacia la biblioteca central de Kyodai, sintió que alguien caminaba a su lado y, al mirar de reojo, notó a Chuuya.

Mierda, sí que se movía rápido.

―No me sigas.

―No te estoy siguiendo ―respondió Chuuya, sin mirarle ni inmutarse por su tono de voz molesto―. Yo también necesito estudiar, ¿crees que me inscribí a Kyodai por gusto y que no hago nada?

―Tu facultad tiene su propia zona de estudio.

―Y la tuya también, pero estás yendo hacia la biblioteca central y ese lugar no te pertenece, Dazai, así que ¿por qué no cierras la maldita boca y caminas más rápido? Hace frío y tu voz me está dando dolor de cabeza.

―Vete si tanto te molesto.

―Me molestas, pero sé que esto te molesta mucho más a ti que a mí ―respondió, manteniendo esa expresión de superioridad que ya hace bastante había comenzado a inquietar al moreno―. Y estoy disfrutando con tu sufrimiento.

Por supuesto que lo hacía, pensó y suspiró. A casi todos les gustaba verlo sufrir, no era nada nuevo, pero cuando Chuuya lo decía, no podía sentirse verdaderamente molesto o herido. De alguna forma, sabía que el pelirrojo no lo decía en serio, así como él tampoco lo haría en su lugar. Solo eran las típicas bromas que se lanzaban cuando eran adolescentes; sin malicia, sin ánimo de dañar. Era algo natural.

Caminaron en silencio hasta la biblioteca central. Incluso la falta de palabras se sentía cómoda. Ni siquiera necesitaban decirse nada para andar más rápido o lento, para moverse hacia la derecha o izquierda, o separarse, para esquivar a alguna persona que caminaba en sentido contrario a ellos. Simplemente, lo hacían al mismo tiempo y avanzaban, escapando de la temperatura del día que seguía disminuyendo y que hacía que se acercaran inconscientemente al otro en busca de un poco de calor.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now