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El nuevo día llegó, la mañana parecía más brillante, para Nakahara había algo en el ambiente que lo hacía sentir diferente, como si se tratará de una persona nueva y todos sus problemas hubieran desaparecido de un momento a otro, por primera vez en mucho tiempo se sentía feliz pues su vida estaba a punto de cambiar, su rutina, su estilo de vida y todo por una pequeña que lo necesitaba.

Se dio una larga ducha para relajarse y olvidar esa sensación de nerviosismo que parecía no abandonarlo, se arreglo con su típico traje negro que lo caracterizaba y una vez listo para salir tomó su sombrero que siempre lo acompañaba, irónicamente no estaba cansado aun tras permanecer durante largas horas de la noche en la habitación de invitados realizando un par de cambios para que su hija estuviera lo más cómoda posible.

Subió al auto y partió, el tráfico era lento pero ni eso arruinaría su dia, finalmente tras eternos minutos logró ver el complejo de apartamentos donde la recogería.

Tenía planeado cada detalle en su cabeza, el traslado sucedería con total tranquilidad, la ayudaría a tomar sus maletas y tras pasar a una cafetería a desayunar la llevaría a su apartamento sin embargo lo que encontró fue absolutamente lo contrario.

Su preocupación se acrecentó al escuchar los gritos de la señora que cuidó durante la investigación a la menor pidiendo ayuda a las personas que transitaban y que solamente la ignoraban.

Entró rápidamente al viejo edificio sin escuchar las advertencias de la fémina incluyendo que pronto llegaría la policía, su prioridad era sacar a Aya de ese ambiente en que solamente la lastimaban.

En los pisos superiores se hacían más fuertes los gritos y reclamos de un hombre adulto seguido del sonido de las cosas caer y romperse.

De una patada abrió la puerta encontrando a su hija oculta en un rincón, deshecha en lágrimas y con ligeras marcas de golpes en el rostro, a pocos metros estaba aquel que alguna vez llamo padre golpeándola con un cinturón.

- no te atrevas a tocarla maldito bastardo - una luz carmesí cubrió su cuerpo, su habilidad lanzo al individuo al otro lado de la habitación para inmovilizarlo y así acercarse a la niña -¿estas bien? -

- Chuuya san- ella al ver al omega no pudo evitar aferrarse a sus brazos llorando desconsolada, con miedo, su instinto le indicaba que a su lado iba a estar a salvó.

- estoy aquí... tranquila ya no llores - acarició su cortos cabellos con dulzura liberando inconcientemente sus feromonas buscando que estas ayudarán a calmarla, no podía dejar de pensar que de haber llegado antes o llevarla con él la noche anterior nada de eso hubiera sucedido - ve por tus cosas para irnos -

- no te la vas a llevar, es mi hija no puedes llevartela-

Los pasos se hicieron presentes por segunda vez y Aya solamente pudo ocultarse detrás del mafioso sosteniendo su gabardina con fuerza.

- parece que no sabes quien soy yo, eres muy valiente por atreverte a lastimar a alguien que es muy importante para mí - una sonrisa llena de malicia se dibujo en su rostro y su mirada mostraban la sed de sangre característica de un mafioso - no, no eres valiente solo estúpido -

El cuerpo del hombre delante suyo comenzo a temblar, lo había reconocido.

- Chuuya san, lo siento no debía de presenciar esta absurda disputa familiar - aun no terminaba de comprender porque un ejecutivo de la mafia estaba ahí cuando eran subordinados de bajo nivel los que iban a cobrar la enorme deuda que tenía ante la temida organización

- así que realmente me conoces - con un suave apretón en el hombro de la menor le indicó que fuese por sus maletas, ella obedeció y se alejó rápidamente a la que alguna vez fue su alcoba

- prometo que pagaré, se que me atrase con un par de pagos así que por favor deme más tiempo, le pagaré hasta el último centavo que me prestaron - cayendo de rodillas suplicaba por su vida, todos en el bajo mundo tenían presentes que si no pagaban las deudas a la Port Mafia esta se cobraría con la vida de sus familias y la suya además que tomaría todos los objetos de valor que poseían.

- ya me acordé de ti - chasqueo los dedos inclinándose para quedar a su altura y tirando de su cabello azabache lo obligó a que viera su rostro - eres el tipo del casino, el que no sabe controlarse cuando se trata de apostar -

- si, le pagaré lo juro -

- tengo una idea mejor, la niña por tu deuda - estaba mal utilizar a Aya como una moneda de cambio pero por lo menos así haría que aquel sujeto la dejara marcharse

- ¿Aya? es mi hija... - bajo la mirada, se quitaria un peso de encima pero no cambiaba que ella era lo único que le quedaba de su esposa muerta - ¿que le pasará si se la entregó? -

- eso no es algo por lo que deberías preocuparte, no es como si te importe su bienestar sobre todo después de ver la forma en que la tratas, yo mismo me haré cargo de tu hija- se reincorporó sacudiendo sus ropas, dirigio la mirada al pasillo principal donde ya se encontraba la pelirroja - ve al auto, te alcanzó en un momento - en su rostro pudo notar un mote de duda e inclusive preocupación por el hombre que la crió - si quieres despedirte adelante-

- papá... - la menor dio una pausa intentando pensar en sus palabras cuidadosamente, nada de lo que le hizo o pasaron iba a cambiar el hecho de que en algún momento él la amaba y se aseguró que nada le faltará - es lo mejor, lamento haber sido una carga ... yo espero que te des cuenta de la realidad, que yo no quería que mamá muriera... -las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, presionó sus puños intentando contenerlas pero era inútil - también la extraño y te voy a extrañar, espero que tu a mi también- dicho esto salió corriendo del departamento, no quería escuchar su respuesta sabiendo que solo le diría las palabras más crueles que tenía guardadas en su corazón

- es una niña tan buena y tu solo la lastimaste, te agradezco a ti y a tu mujer por haberla cuidado tantos años pero es tiempo que vuelva a mi lado - sacando el arma que ocultaba entre sus ropas disparo (no valía la pena utilizar su poderen una escoria como él) acabando con su vida para de inmediato salir del lugar con total calma.

La policía estaba afuera esperando indicaciones para entrar sin embargo Aya fue la primera en salir lanzándose a los brazos de la mujer que por pocos días cuido de ella, un par de minutos después salió el mafioso y aunque era un criminal buscado por todo el país los oficiales lo dejaron pasar, la corrupción en los servidores públicos estaba presente y con solo una señal del pelirrojo hizo que los uniformados que recibieron el llamado se marcharán sin preguntar, lo que acababa de suceder era algo que solamente le correspondía a la mafia.

- es hora de irnos Aya-

Le entregó unos billetes a la mujer mayor y le agradeció por su ayuda, además de dejarle indicaciones claras de que no entre al apartamento, llamaría a sus subordinados para que limpien él lugar, después de eso solo subió las maletas y junto a su hija la llevo a su nuevo hogar.

Mi mayor secreto ★Soukoku★ PausadaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin