―¿Es tan desagradable dormir conmigo, Chuuya? ―bromeó, sin importarle la palidez en el semblante ajeno o los ojos azules que se llenaban de indignación―. Te encantaba hacerlo cuando éramos adolescentes, y mientras te aferrabas a mí, parecías estar disfrutándolo.

Esa sonrisa fue suficiente para erizar el vello de su cuerpo, sintiendo un escalofrío recorrerle de pies a cabeza.

―¿Qué estás haciendo aquí...?

―¿No es obvio? ―preguntó de vuelta―. Aún no desayuno.

―No me jodas, Dazai ―siseó, aferrándose a la sabana a su alrededor, sintiendo que se estremecía con el frío aire que golpeaba contra su espalda desnuda―. Sabes a qué me refiero...

―Chuuya ―interrumpió, quitándose las sábanas y mantas de sobre el cuerpo, salió de la cama y se sentó en el borde de esta. Completamente vestido, dándole la espalda, mirando el cuaderno de poemas sobre el escritorio casi al otro lado de la habitación―. Tengo hambre, dame de desayunar. Creo que, al menos, me merezco eso después de lidiar contigo anoche.

Fuertemente, cerró sus manos en puños hasta sentir el dolor de sus propias uñas enterrándose en sus palmas. Pero no llegó a romper la primera capa de piel, no llegó a hacerse daño a sí mismo. Con un suspiro tembloroso, aflojó la presión y concentró la indignación y dolor que sentía hacia el moreno. Pero, al igual que sus manos, sus emociones se relajaron y cayeron.  Resignados, cansados, con dolor.

¿Lidiar con él? ¿Eso era todo lo que era para Dazai? ¿Un problema? Casi quiso reír, pero las náuseas volvieron a golpear de lleno, haciéndole recordar que, incluso después de que Dazai hiciera lo que quisiera con su cuerpo la noche anterior, seguía siendo nada más que un problema en su vida. Algo de lo cual deshacerse.

Ni siquiera su cuerpo era lo suficientemente importante para Dazai, ni siquiera le importó que estuviera borracho...

―Chuuya ―llamó el moreno una vez más―. Mírame.

Aunque no quería, el pelirrojo le dirigió la mirada una vez más. Dazai le observaba con calma, con ojos carentes de brillo y una expresión estoica. Casi parecía como si el otro supiera qué estaba pensando, y si fuese así, realmente no le extrañaría. Pero, entonces, la mirada vacía se llenó de resignada tristeza.

Y cuando volvió a sonreírle, antes de levantarse de la cama y tomar su abrigo en el suelo, Chuuya notó que aquella mueca estaba llena de decepción y autodesprecio.

―Primero mira debajo de la sábana, luego piensa lo que quieras de mí.

Cuando la puerta se abrió y cerró detrás del hombre que abandonaba la habitación, los ojos azulados se mantuvieron fijos en un lugar inexistente, buscando entender sus efímeras palabras.

Lentamente, se quitó las sábanas de encima y se movió al borde de la cama, sentándose en el mismo lugar en el cual Dazai estuvo momentos atrás. Con la mirada baja, observó atentamente el material de los pantalones que cubrían sus piernas; con un par de arrugas, uno de los extremos cubriendo más piel de sus tobillos que el otro, pero firmes y cerrados alrededor de su cadera.

Soltando un tembloroso suspiro, se cubrió el rostro con ambas manos y se encorvó. Al otro lado de la puerta, alejándose de esta mientras volvía a ponerse el abrigo, Dazai se dirigió a la salida.

Eran alrededor de las ocho de la mañana, buen momento para regresar a su propio lugar. El departamento estaba silencioso, sus pasos descalzos también. No sabía si la gente que vivía con el pelirrojo había regresado anoche o no, pero fuera cual fuera el caso, prefería marcharse antes de ser atrapado. Sin embargo, el olor a café recién preparado que venía desde la cocina, le señaló que no pasaría desapercibido.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now