Historias entre copas

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En definitiva, los terricolas estaban locos, antes de darse cuenta, fue arrastrado con los demás para comer. Le tenían cierta distancia, pero no parecían tenerle miedo, en realidad parecían más interesados en la Tech- tech.

Todos rodeaban a Gure con curiosidad, sobre todo los niños la miraban y le hacían preguntas. Mientras la pequeña criatura sonreía y contestaba a cada una de ellas.

Bebió un largo trago de la bebida que le habían ofrecido, era whisky, según le dijeron. Pero era el whisky, más suave que había probado hasta ahora, tardaría mucho en emborracharse con esto y la verdad los constantes temblores o la sensación de tenerlos le hacían tener ganas de pasar este periodo, bastante borracho.

Raditz, parecía mucho más adaptado, aunque casi solo hablaba con los pequeños niños. Le habían dicho que dos eran del principito y uno de Kakarotto, no era difícil adivinar cuál. Observó a las procreadoras de aquellos niños, la mujer de pelo azul y la del chongo, no parecían destacar de ninguna manera, aunque le habían dicho que la mujer del pelo azul, era quien arreglaría y preparía las naves para los otros sayias. Hace un rato la habían llevado ahí y habían vuelto diciendo que tardarían de tres a cinco días en tenerlas listas. Aunque ya se había dicho que se quedarían hasta aprender a sentir el ki, lo que fuera que eso fuera. Había mucha información nueva que absorber.

- ¡Muy bien! - llamo Bulma, la atención de repente - ¡Es hora de que esos dos... - indicó, mientras apuntaba a la pareja que comía en una mesa cercana - ...abran sus regalos!

- No pienso hacer eso - susurro el principe de inmediato.

- Ya lo haremos después, Bulma - acotó el otro sayia - hay tiempo.

La joven se acercó sonriendo tensamente a la pareja. Claramente, eso no era un buen augurio.

- Hoy es mi cumpleaños - aclaro en un susurro letal - además, recuerden que lo prometieron la semana pasada, es lo menos que pueden hacer por mi.

Vegeta, voltio los ojos con ligera molestia, ya se veía venir esa, mientras su esposo solo sonreía también tenso y trataba de no retroceder ante el avance de su amiga que no dejaba de acorralarlo contra su silla con esa escalofriante sonrisa.

- Está bien, está bien, abriremos los regalos - cedió Goku, poniendo las manos entre la penetrante mirada de su amiga y su cuerpo - pero, ya no me mires así.

- No cedas así - no evito regañarlo por haber aceptado así de rápido - la mal acostumbras.

- Es que Vegeta, no deja de mirarme tan feo.

La mujer, sonrió triunfante y poniendo su mano derecha en su cadera, saco una cápsula de su escote y la lanzo a un lado de la mesa de la pareja. La cual con un ligero, boom, hizo aparecer una pila bastante considerable de regalos.

- Vaya - comento Goku, sorprendido - son más de los que pensé.

Por su lado, Vegeta, se levantó de la silla y estirándose un poco se acercó a la pila. Ya que había que hacerlo, lo mejor era acabar pronto, un segundo después, su pareja lo siguió de inmediato.

Pronto se acercaron a ver la apertura de los presentes, era algo divertido en que pasar el tiempo, incluso los sayias, miraban ligeramente interesados.

- ¿En Vegitasei también daban regalos? - cuestionó Trunks a Nappa, ya que estaba sentado a su lado.

- Si, pero más que todo se daba comida - admitió el enorme hombre, observando cómo desenvolvían el primero - la comida, era lo más preciado por ahí. Todo lo demás se nos daba, en especial cuando eras un soldado, a veces también se daban algunas joyas.

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