―Lo es, pero vale la pena, tengo la estación de tren casi al otro lado de la cuadra ―respondió Chuuya, sacando un cigarrillo y un encendedor del bolsillo de su abrigo.

Dazai volvió a mirarlo cuando sintió el chasquido del encendedor. La luz rojiza de la pequeña llama iluminó el rostro de Chuuya, y el humo opacó sus colores cuando dio una calada y la exhaló.

Había visto a Chuuya fumar cuando eran adolescentes, pero la imagen que recordaba y aquella a su lado, aunque similares, poseían un gran número de diferencias. Incluso su expresión y movimientos cambiaron. La forma en que sujetaba el cigarrillo, el cómo se lo llevaba a los labios y, al hacerlo, cerraba ligeramente los ojos entre calada y calada. Se veía casi elegante, poéticamente resignado al futuro que tenía frente a él.

―¿Estás nervioso? ―preguntó, logrando que la mirada azulina volviera a él una vez más. El rostro de Chuuya reflejó confusión y Dazai agregó―: Algunos dicen que la nicotina alivia la ansiedad, ¿te sientes nervioso a mi lado? Que hermoso.

Casi había olvidado la expresión que Chuuya ponía cuando sus palabras le sorprendían de buena manera. Sus párpados abriéndose un poco más, dejando que el color azulado de sus iris pudiese ser mejor apreciado bajo las espesas pestañas rojizas. Sus labios ligeramente separados, sin saber qué decir. El sonrojo que solía aflorar en su rostro cuando era adolescente, volvió a posarse en él. Dazai recordó que, siempre que Chuuya tenía esa expresión, solía besarlo para avergonzarle un poco más y, muy brevemente, se preguntó qué sucedería si lo besara en ese momento.

Pero tan rápido como esa expresión afloró en su rostro, también desapareció. Sus labios se apretaron en una tensa línea, sus párpados bajaron y sus pestañas volvieron a oscurecer el tono de sus iris. El sonrojo desapareció de sus mejillas, su piel volvió a su color uniforme; ligeramente grisácea por la luz de la luna, y desvió la mirada, llevándose el cigarrillo a los labios y dándole una larga calada.

―No te llamé para que comenzaras a decir tonterías ―aclaró, sin lograr ocultar del todo el dolor que reflejó su voz―. Aunque no estoy sorprendido de que lo hagas, es lo único que sale de tu boca, además de mentiras.

―Eres tan malo ―se quejó Dazai, inclinándose un poco hacia atrás y apoyándose en el borde interior de la pileta. Sus dedos se envolvieron en la curvatura de este, sintiendo el ligero roce del agua quieta y fría―. ¿Por qué llamaste, Chuuya? Esperaba que lo hicieras, aunque no tan rápido.

Había calculado que el pelirrojo llamara en una o dos semanas, pero, por supuesto, Chuuya era ese improbable que nunca pudo controlar, incluso si lo intentó. Tampoco podía mentirse a sí mismo y negar que el hecho de que la llamada llegara tan pronto le hizo un poco feliz. ¿Por qué? No lo sabía. Continuaba repitiéndose a sí mismo que debía mantener su promesa, y olvidar el tipo de persona que fue cuando estaba junto a Chuuya, pero entre decirlo y hacerlo, había una gran diferencia.

Además, Chuuya no tenía nada que ver con el tipo de persona que fue antes, ¿no? Ese adolescente autodestructivo y necesitado de atención... ¿Siempre fue así o solo desde que conoció a Chuuya? No lo recordaba bien, solo recordaba que el pelirrojo nunca hizo nada para detenerlo, en cambio, Odasaku sí.

Los poemas no fueron suficientes para llenar el vacío, en cambio, las novelas sí. Y aun así seguía ahí, sentado junto a la persona que dejó atrás y que prometió olvidar.

Y aunque una parte de él continuaba gritándole que estaba mal, que iba contra la promesa que hizo al reconectarse con esa parte importante de su pasado, pero la presencia del pelirrojo era tan familiar, tan cómoda. Se sentía casi como si pudiera dejar de esforzarse por fingir ser alguien que no era, y dejar de temer ser juzgado por ello.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now