La estafadora resultó estafada I

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Después de la charla fui directo a mi habitación a ponerme ropa más cómoda. Sabía que sería un día de arduo trabajo, tendría muchas cosas que hacer y enfrentar, como una buena cantidad de miradas de desaprobación, lo que sí era torturador, pero nunca tanto como llevar mucha ropa en un día caluroso, eso era similar a una prueba gratis al averno.

Salí del departamento con la cara en alto rumbo a la universidad. Mientras caminaba tomé por segunda vez en el día mi celular para asegurarme de que el director de carrera y de prácticas estuviesen en sus oficinas. Marqué al número de la oficina de la secretaría general de docentes y me respondió precisamente la secretaria, una mujer de unos cuarenta años que a pesar de tener una alta edad era capaz de manejar programas computacionales a la perfección, y claro, ser perfectamente organizada. Después de dos intentos de llamadas con una respuesta de usuario en otra línea finalmente me respondió diciendo que ambos directores estaban en la cede, lo que era un punto a mi favor, ya que no había pensado antes de salir de la casa qué haría si no podía hablar con ellos; le dije a la secretaria que les comunicara mi nombre y les hiciera saber que iba en rumbo a tener una seria conversación sobre la situación que estaba destruyendo tanto la reputación del director de prácticas como la mía.

Llegué a la universidad después de veinte minutos de caminata por la calurosa vereda de la avenida principal, y rápidamente el ojo crítico de los estudiantes que de seguro ya habían visto mi foto en redes sociales comenzó a instigarme sin piedad alguna, lo que más que molesto me resultaba patético, ya que es muy divertido cuando las personas creen que pueden hablar de otra disimuladamente, pero sus gestos corporales delatan incluso sus pensamientos ocultos.

Me dirigí altiva hacia la oficina de docentes y directores donde se me estaba esperando. A medida que subía las escaleras pensaba en todas las formas posibles de solucionar la situación, pero solo una parecía realista y alcanzable.

—Buen día señorita Aleida —dije después de abrir e introducirme por la gran puerta semitransparente que separaba el pasillo de la sala. 

—Hola hija ¿qué necesitas? —preguntó ella sin reconocerme.

—Hablé con usted hace unos minutos, soy...

—¿Señorita Selene? —se apresuró a saber delatando una mueca despreciativa.

—La misma.

—Pase, el director la está esperando.

—¿Cuál de los dos?

—El director de prácticas, el director general acaba de salir a una reunión.

—Está bien, gracias —le dije antes de ir directo hacia la puerta de la oficina interna.

Cuando estuve frente a la puerta pude notar que no estaba anclada al seguro, incluso estaba algo entreabierta permitiéndome ver parte del escritorio del director, pero de todos modos decidí golpear para dar cuenta de mi presencia.

—Adelante —dijo él desde adentro.

—Permiso —respondí.

—Hola chiquilla, tanto tiempo, ¿cómo estás?

—Pues no muy bien verá, la publicación en redes sociales está causando un poco de estragos en mi vida académica en este momento, y desearía resolverlo cuanto antes de ser posible, e incluso si no lo es, es de suma importancia revelar la verdad.

—Sabía que eso es lo que la traería aquí, hablé con mi ahijada Francisca cerca del mediodía y me contó bien lo que estaba pasando, yo no entiendo mucho de redes sociales y esas cosas que usan los jóvenes de hoy en día.

—Bien, me alegro de que esté al tanto de la situación, usted y yo sabemos que nunca ha pasado algo entre nosotros. Incluso nunca hablo con usted, los trámites de postulación a la pasantía se hacen por canales formales, no personalmente. Aun así... me enteré de lo que hizo mi compañero Nicolás, dijo que habló con usted para que me pusiera en el museo, quiero que sepa que yo nunca le pedí que hiciera eso, hasta hace unos días pensé que había ido al lugar que quería por mi propio mérito —me defendí.

Desertores del GehennaWhere stories live. Discover now