Caída libre

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Se asomó con cuidado por el espacio superior encontrando una amplia habitación vacía donde distinguió a tres personas de pie, Asgveir y Rilek, que hablaban agitados cerca de la puerta, como si discutiesen, y Asdis, que observaba algo un poco más alejada y, al seguir su mirada, se encontró con Nalbrek sentado en el suelo encadenado a la pared por los brazos y los muslos sujetos al suelo con unas cadenas que lo inmovilizaban, mientras que una de las chicas que se restregaron contra él en la habitación hacía lo imposible por ponerse sobre la polla de Nalbrek, que palpitaba de manera dolorosa, el problema era que, cada vez que intentaba acercarse, Nalbrek se lanzaba contra ella para desagarrarla gruñendo con los ojos inyectados en sangre. La única razón por la que no había cambiado a lobo y destrozado a todos los presentes en la habitación era por los brazaletes que se lo impedían. 

Sintió de nuevo el celo asaltándolo con fuerza, así que se agachó apoyándose contra la pared mordiéndose de nuevo hasta que el sabor de la sangre inundó su boca mientras intentaba con todas sus fuerzas evitar su propia respuesta consciente de que eso acabaría de volver loco a Nalbrek. Varias eternidades después sintió como regresaba poco a poco a la realidad por lo que se obligó a centrarse. Debía sacarlo de allí cuanto antes.

—Deberíamos darle más afrodisiaco —estaba diciendo Rilek cuando él se asomó de nuevo.

—Le hemos dado dos veces más de la dosis que pone en los libros, incluso hemos usado afrodisiacos humanos. Si le damos más, su corazón no lo resistirá y morirá —negó Asdis, que no perdía de vista a Nalbrek mientras lo miraba, analizándolo.

—¿Y qué sugieres? ¿Estar así todo el día? Porque ninguna de esas mujeres ha conseguido acercarse a él lo suficiente para quedarse embarazada —añadió mientras él veía rastros de sangre en el suelo, a pesar de lo cual no era capaz de oler nada más que a Nalbrek y sus feromonas.

—Tú ocúpate de los incendios y de ese zorro y déjanos esto a nosotros —intervino Asgveir

—¿Dejároslo? Lleváis todo el día sin resultado.

—No te preocupes, está cerca de su límite. En cuanto una de ellas consiga que entre, se correrá dejándola embarazada. El tiempo juega a nuestro favor y nuestro Uiba está agotado. Solo necesitamos que traigas a ese zorro para que les dé más olor y no podrá resistirse —añadió Asdis mirando a Rilek.

—Ya que tanto queréis verme, no puedo sino saludar —le dijo saltando desde la parte de arriba y lanzándose contra los dos desprevenidos hombres para lanzarlos fuera antes de cerrar la puerta y asegurarla con la barra de madera que había a un lado. Daba las gracias por que hubiesen preparado la habitación para ser cerrada desde dentro de una forma tan segura.

—Vaya, vaya. Justo a quién estábamos esperando —lo saludó Asdis sonriente como si aquello fuese una agradable reunión.

—Lamento haberme retrasado —se disculpó con sorna dirigiéndose hacia ella mientras escuchaba escándalo fuera cuando ambos hombres intentaron entrar.

—¿Qué pretendes? —le preguntó mirándolo preocupada por primera vez.

—Esto —contestó golpeándola con todas sus fuerzas y haciendo que cayese al suelo viendo como comenzaba a sangrar por la boca inconsciente mientras él movía la mano—. Creo que has olvidado que yo no soy un lobo y que tus trucos no funcionan conmigo —murmuró acercándose para coger las llaves que esta tenía en la cintura y que esperaba correspondiesen a las cadenas de su pareja o estarían en serios problemas. Se volvió hacia la chica que estaba intentando acercarse a Nalbrek ajena a todo por culpa de las feromonas—. Perdona, pero esa es mi pareja —le advirtió cogiéndola del cuello y apretando hasta que cayó inconsciente, momento en el que la cogió para alejarla.

Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now