Gerna

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Al día siguiente despertó dejando a su pareja en la cama. Aunque estar juntos ayudó a Nalbrek, este no se había dormido hasta tarde perdido en sus pensamientos y aunque en varias ocasiones estuvo tentado de hacer que durmiese lo quisiera o no, fingió dormir dejándolo ya que el lobo tenía muchas cosas que asimilar y debía prepararse para aquel día.

Salió de la habitación dejando la puerta entreabierta andando con incomodidad.

—Demasiado adentro, lobo estúpido —murmuró disgustado y escuchó como Nalbrek se removía en la cama.

Cruzó el pasillo hasta el otro lado de las escaleras para inspeccionar las habitaciones, empezando a recorrer las que estaban situadas de la derecha, tocó los gruesos cerrojos situados arriba y debajo de las puertas en la parte exterior y la sujeción de metal para poner una barra. Al parecer querían asegurarse de que los que usaban aquellas habitaciones no salían de allí a pesar de que se suponía que aquella era la casa de una familia miembro de la manada. Entró en las habitaciones descubriendo que aquellas habitaciones tenían suelos y paredes de piedra toscos, todas con pocos muebles desgastados, y cuyas pequeñas ventanas daban a pozos excavados en la roca no muy grandes, apenas suficientes como para dejar entrar el aire, pensó mirando hacia arriba mientras tendía la mano para tocar la húmeda pared, que estaba a menos de medio metro. Miró hacia abajo y aunque no vio el fondo, supo que aquello se debía más a la falta de luz que a la profundidad real y cuando cogió unos trozos de madera desprendidos de la ventana tirándolos para escucharlos rebotar de inmediato confirmó su intuición. Saltar allí no serviría para nada. Y en cuanto a subir, no solo las paredes estaban anormalmente lisas, sino que más arriba, a varios metros, podía ver un estrechamiento, lo cual significaba que solo un niño no muy grande podía pasar por allí, un niño que no podría trepar hasta allí arriba.

Siguió recorriendo las habitaciones hasta que, al llegar a las dos últimas comprobó que estas no tenían ventanas, así que abrió la puerta antes de ir a las habitaciones de enfrente para abrir las ventanas y dejar entrar la luz, por suerte era por la mañana, lo cual significaba que esta entraba directamente en las habitaciones. Regresó adentrándose en la oscuridad, viendo a duras penas en las pequeñas habitaciones el brillo de cadenas oxidadas sujetas a la roca. Aquellas habitaciones daban escalofríos.

Salió de la habitación. ¿Por qué los hacían dormir allí? Desde su punto de vista, no deberían querer que Nalbrek supiese de aquellas habitaciones, ya que su significado estaba claro, pero no solo los habían hecho dormir allí, si no que, incluso, dejaron aquellas habitaciones abiertas, casi como si quisiesen que el lobo las viese y eso no le gustaba. ¿Qué estaba planeando aquella ciudad?

Se volvió a las habitaciones de la izquierda comenzando a recorrerlas de regreso. Allí las habitaciones eran algo mejores, tal vez porque tenían ventanas que daban al exterior, y la piedra un poco más trabajada que las encontró enfrente. Miró hacia abajo, a la ciudad que despertaba y luego miró a la izquierda viendo la muralla de la ciudad elevándose sobre él y, un poco más abajo, podía ver una pasarela interior a la que se debía acceder desde algún lugar del edificio. Miró a los lobos que estaban apostados charlando relajados antes de seguir.

Se detuvo en la habitación de la madre de Nalbrek, viendo el baúl, la ropa, telas y ropa más pequeña, como de bebe y de niño. ¿Lo habría preparado la madre de Nal para este o alguien más? ¿Andros, quizás?

Abandonó la habitación comenzando a registrar el lado contrario de la casa tocando la pared de madera del pasillo. Al menos aquella parte no tenía aquellos cerrojos. Se alegraba de que su habitación estuviese en ese lado o hubiese tenido que hablar con Hilmar sobre por qué no pensaba dormir dentro de una celda.

Aquella vez, las habitaciones que quedaban a la izquierda, daban a unos pozos más grandes, lo bastante amplios como para que dos personas pudiesen salir por más que se estrechasen arriba. También las habitaciones eran más lujosas, con las paredes y el suelo de madera y con muebles más trabajados y abundantes, incluso vio algunos espejos oscurecidos en las mesas. Sin embargo, a pesar de ser más lujosa, aquella parte parecía ser la que llevaba más tiempo abandonada, con una capa de polvo más densa y los muebles en peores condiciones. Las habitaciones contrarias también eran igual de lujosas, incluso tenían pequeños balcones a los que se podían salir, o debía haberlo sido posible en sus tiempos. Además, estaban fuera de los muros de la ciudad, que quedaban a su derecha, por lo que el bosque se extendía ante sus ojos, incluso, si prestaba atención, podía escuchar el río que corría bajo ellos.

Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now