Dos días. Cuatro días.

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Miró el cielo girar perezoso mientras las feromonas comenzaban a disiparse. Justo cuando estaban llegando al río, su celo se hizo más fuerte y Nalbrek tuvo que alejarse a toda prisa dejándolo en medio de la nada en algún momento entre un par de segundos y un par de días antes, después de lo cual todo se volvió confuso de nuevo antes de volver poco a poco a la normalidad.

En realidad, estar con aquel lobo haría todo aquello más fácil, pero se negaba a copular en aquel estado. Por eso prefería pasar solo por el infierno que eran aquellos ataques antes que permitir que su pareja le tocase un solo pelo. Por suerte, Nalbrek respetaba aquello, algo que le agradecía.

Por fin, el cielo dejó de girar deteniéndose y él pudo ver a los pájaros que comenzaban a cantar, escuchar el agua. Con mucho esfuerzo giró la cabeza y vio un río más abajo. Al menos ya podía mover la cabeza, se consoló.

Algún tiempo después regresó Nalbrek y, después de ayudarlo a lavarse en el río y deshacerse de mucha sangre y otros restos que prefería ignorar, le puso nuevos emplastos ofreciéndole una de las bolas, descubriendo que eran blanquecinas.

—Debes comerla —le advirtió Nalbrek sosteniéndola frente a él.

—Pero si la tomo, es posible que el celo vuelva a comenzar, ¿cierto?

—Y si no la tomas, no te recuperarás. Además, preferirás terminar con el celo antes de regresar al pueblo, ¿verdad?

—Sí —admitió—. Es tan solo que no es divertido, ¿sabes?

—Me lo imagino.

—No, no te lo imaginas —negó. Cuando suspiró comiéndosela—. Lo siento, solo estoy de mal humor —admitió y es que estaba pagando las cosas con Nalbrek cuando este no tenía la culpa de nada, al contrario—. Gracias por venir a salvarme.

—Somos pareja y se supone que eso es lo que hacen las parejas. Ayudarse.

—Aun así, gracias. No quiero ni pensar en lo que habría pasado si no llegas a aparecer.

—Yo tampoco. Cuando llegué tú... —comenzó con precaución.

—Fue impresionante —lo interrumpió recostándose contra él ya que no quería hablar de aquello. No se sentía preparado—. Cambia a tu forma de lobo, nubecita, quiero descansar.

—¿Por qué tengo la sensación de que, cuanto más tiempo pasa, más vuelves a comportarte como antes?

—Porque había decidido que sería más amable contigo a partir de ahora, pero soy un zorro, no es tan fácil. Y ahora cambia. Necesito sentirme seguro y caliente y tú eres el único que puede proporcionarme ambas cosas.

—En seguida —asintió alegre mientras cambiaba a lobo.

Sabes que no deberías alegrarte aquí, ¿verdad? —le preguntó subiéndose.

—Has dicho que te hago sentir seguro, ¿cómo no me voy a alegrar?

—Claro que me haces sentir seguro, eres mi compañero —murmuró sin entender por qué parecía tan contento por algo evidente mientras se acomodaba contra aquella capa de pelo. Mucho mejor—. Acabaste con todos esos perros.

—Y con los humanos —añadió Nalbrek aceptando el cambio de conversación.

—Cierto, los dos humanos.

—Y no solo ellos. Me ocupé de todos los humanos que estaban en el bosque antes de atacar el campamento. No quería sorpresas.

—¿Acabaste con todos? —Se sorprendió y es que eran cazadores de cambiantes como ellos, por lo que debían estar preparados.

Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now