Asdis

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Comió distraído perdido en sus pensamientos. Poco después de que Nalbrek despertase, Hilmar apareció para invitarlos a desayunar encontrándose en la mesa no solo con el humano sino con Kyell, una mujer de pelo negro recogido en un férreo moño del que salían trenzas llamada Gyda y un chico un poco más joven que él llamado Einar, que era hijo de Gyda. Y aunque en teoría el desayuno transcurría normal, podía sentir la tensión. El humano no quería estar allí, Nalbrek mantenía una conversación tan fría como podía sin ser maleducado, algo de lo que no podía culparle, y él era ignorado de forma activa por más que, a veces, madre o hijo hiciesen algún comentario mordaz con disimulo que él ignoraba ya que tenía mejores cosas en las que pensar. ¿De verdad aceleraron el celo de una niña para que tuviese hijos? ¿Cómo era posible que los lobos le hiciesen eso a alguien de su propia manada cuando ni los conejos lo harían? Y no solo eso, las habitaciones que vio... aquello era una cárcel.

—Hilmar —lo llamó en cuanto el desayuno acabó.

—¿Ocurre algo? —contestó este acercándose.

—Enséñame tu casa —le pidió.

—Dau... —comenzó con culpabilidad.

—Porque si no lo haces tú, me iré solo —añadió.

—Dawi, por más que diga que es mi casa, en realidad pertenece a mi clan, ¿entiendes? Todos tenemos nuestra propia habitación aquí, así que no puedo llevarte a verla —le explicó.

—Pero debe haber habitaciones comunes, vacías, la habitación que compartes son Rishi. Enséñamelas para asegurarte de que no entro en la equivocada —repitió.

—Está bien —aceptó por fin—. Espera un momento —le pidió para ir a hablar con Kyell, después de lo cual llamó a Rishi, el cual se levantó aliviado. No hacía falta ser un genio para saber hasta qué punto se sentía incómodo allí.

Salieron los tres de la habitación y justo cuando salía por la puerta, miró por un momento a Nalbrek. Parecía tan calmado como siempre, pero lo que sentía a través de su conexión era muy diferente. Estaba enfadado, dolido y, aunque trataba de ocultarlo, preocupado. Mejor regresaba rápido.

Comenzó a recorrer la casa cruzándose con lobos que parecían ocupados yendo de aquí para allá.

—¿Quiénes son? —preguntó mirándolos.

—Miembros de mi clan —contestó Hilmar—. Son de bajo nivel, así que ayudan ocupándose de cosas básicas.

— Ya veo. ¿Y cómo se decide que alguien es de bajo nivel?

—No es un alfa.

—Entonces tienes suerte de ser uno o estarías trabajando como ellos.

—Yo también trabajo, solo tengo otras funciones —le advirtió molesto.

—¿Como cuáles?

—Soy uno de los alfas responsables del clan. Tenemos reuniones para decidir qué haremos.

—Así que tu función es reunirte con otros alfas y divagar. Muy útil —asintió sarcástico.

—Desde luego que es útil. No estamos perdiendo el tiempo. Muchas cosas dependen de nosotros.

—No es a mí ante el que debes justificarte, después de todo yo solo soy un invitado —le recordó.

—Los clanes funcionan como manadas y aquí cada uno tiene su papel —terció Rishi conciliador.

—¿Entonces todos los que hay aquí son miembros de tu clan? —le preguntó a Hilmar.

—Las mujeres y los niños, sí, los hombres son de diferentes clanes. La costumbre es intercambiar a los hombres con otro de los cinco clanes para formar nuevas parejas y tener hijos sanos.

Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now