Así, el señor Charlie Swan decidió marcharse a Port Ángeles con Tanya su hija mayor y la dama de compañía de ésta, una viuda de apellido Rossi; mientras su situación mejoraba.

Pero nadie reparó en la Isabella, quien no tenía voz ni voto en las decisiones importante. Esme se ofreció a llevársela con ella un par de meses a España dónde debía vender una propiedad, pero Jessica, reclamó a su hermana para hacerle compañía.

Los marines que volvían de servicio, buscaban lujosos lugares para vivir., Después de años en el mar haciendo dinero producto del comercio, eran la nueva aristocracia. Gozaban de grandes fortunas que buscaban invertir.

Después de entrevistar a los posibles arrendatarios, el administrador a cargo alquiló la residencia Swan al almirante Whitlock, un rico marino que acaba de llegar de Europa.

—Debe agradecer a la providencia que mi mansión eleve su estatus social— repetía el señor Swan a todo el que quiera oír sus pensamientos a cerca de su arrendatario. —Los marinos son una raza de hombres echados a perder. El aire de mar y el sol los avejenta, echa a perder su rostro. Me iré antes de poder ver mi preciado hogar habitado por ese despojo de gente.

De este modo que Bella acabó en casa de los Newton a sólo un par de kilómetros de su casa en Forks, sirviendo de niñera de sus dos pequeños y traviesos sobrinos que jamás hacían caso a sus padres.

—Bella, que bueno llegaste, muero de dolor de cabeza— la recibió Jessica. —Mike ha salido con sus amigos, mis hijos están en la casa grande con mi suegra, que siempre los malcría. Me dejan todo el día sola, nadie toma en serio mi enfermedad.

—Hermana, si tan mal te sientes deberíamos acudir al médico, no deberías dejar avanzar tu enfermedad— sugirió Bella.

—No... déjalo. Ya iré más adelante. Por ahora solo quiero recostarme o salir dar un paseo corto. Odio quedarme sola.

Caminaron rumbo a la casa grande, donde vivían los suegros de Jessica con sus dos cuñadas. Era una hermosa residencia, rodeada de jardines y decoración extraña, pues las dos hermanas menores de Mike tenían gustos muy diferentes acerca de lo estético y su padre las dejaba experimentar.

Irina y Kate eran dos jóvenes rubias de 19 y 18 años respectivamente, educadas en escuelas importantes pero que no habían logrado hacerse de ninguna profesión, en parte porque soñaban con casarse bien y no tener que volver a las aulas nunca más.

Bella fue bien recibida por ellas y por los padres de Mike, quienes miraban con nostalgia a quien pudo ser su nuera. La madre de Mike detestaba a Jessica, porque siempre se fingía enferma para no hacer sus deberes. Debía enviarle constantemente a alguna cocinera, o doncella para aliviar los trabajos de la casa de su hijo.

El tiempo transcurría agradablemente, empezaba la primavera el día que se anunció que la residencia de los Swan había sido ocupada por los nuevos inquilinos, los Whitlock.

Fue una mañana cuando desayunando en la casa grande se habló de los nuevos vecinos.

—Dicen que es muy hermosa mamá, la señora Whitlock es joven, no debe ni llegar a los veinticinco años— sonrió Irina.

— ¿En serio? ¿Y su marido qué edad tiene?— preguntó la curiosa señora Newton.

— ¡Casi cuarenta! ¿Es mucha diferencia no mamá?— preguntó Kate escandalizada.

— ¡Por Dios!— dijo admirada la señora de la casa

—Quizás están muy enamorados— susurró Bella intentando apaciguarlos. Irina y Kate la miraron y soltaron carcajadas maliciosas.

No digas adiós -Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora