Capítulo 32

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"La redención de una líder"

Raina Karsten.

Miro la hora que aparece en la pantalla de mi coche. Solo faltan diez minutos. Diez minutos para decidir mi destino y el de ellos.

Mi teléfono está apagado y sin la batería para que nadie pueda rastrearme, por si en algún momento Dorian decide ayudar a Cassian.

Cassian.

Hace un par de horas que amaneció y muy probablemente él se haya despertado, aunque trate de colocarle un somnífero que me asegurase que pasaría el mayor número de horas durmiendo.

Hago un recuento de todas las armas que llevo encima y dónde está cada una. Seis navajas. Tres en cada liga de mi muslo. Dos pistolas colocadas en la cinturilla de mi pantalón. Las municiones de mis pistolas las llevo enganchadas en un compartimento de mi sujetador. Y en mis muñecas llevo una navaja en cada una, ocultas en la ancha sudadera que llevo.

Lista para matar.

Observo por última vez el reloj y salgo de mi coche. Analizo cada mínimo detalle que me rodea. El sitio que he elegido para juntarme con ellos, es amplio y mayormente despejado, solo mi coche y unos contenedores es lo que se ve a varios kilómetros de distancia.

Apenas quedan unos minutos y no consigo ver ni oír ningún vehículo acercándose. Confío, sin saber muy bien por qué, en que Ray haya cumplido su palabra. Le pedí expresamente que consiguiera reunir a los socios y a Gunther en este sitio en concreto, que ellos me iban a encontrar aquí.

¿Me van a encontrar? Sí, sí vienen.

¿Me voy a rendir como ellos creen que haré? No, jamás.

Solo cuando queda un minuto para que sea la hora acordada, veo venir cuatro coches a grandes velocidades. Reconozco cada uno de los coches. Alfons, Katherina y Roderick, los socios de Gunther. Y el último coche donde viene el principal de mis peores deseos.

Detienen sus coches cerca de donde me encuentro, situada en medio de la nada. Gunther es el primero y el único en bajar. Hace un gesto a los socios para que ninguno se mueva del coche y camina hacia mí.

— Mi preciosa Raina, tan desobediente e incontrolable como siempre. — Se detiene a una cierta distancia. — Fue una grata sorpresa que Ray me llamará para decirme que viniese aquí, con ellos... — Señala a los socios. — y que te encontraría dispuesta a entregarte. Pero como comprenderás, después de tantos años y sabiendo tú impulsividad esto me resulta un tanto sospechoso.

Esta vez soy yo quién camina hacia él, caminando a su alrededor y mostrando mi sonrisa más cruel.

— Mi querido padre, no sé por qué desconfías de mi genuina acción. — Hago el amago de tocar su brazo, pero se aparta caminando en círculos, ambos desafiando al otro. — Solo quería facilitarte las cosas, ¿no es eso lo que siempre has querido? ¿quitarme del medio y tenerme a varios metros bajo tierra? Si no fuese por mi coraje, ahora mismo estaría llena de gusano y atrapada en un absurdo ataúd.

Su mueca de inocencia resulta tan falsa como desagradable.

— Me ofendes Raina, yo nunca te desearía eso, pero sabías muy bien que podía ser una opción, en cuanto comenzaste una pelea de poder con Cassian. Una batalla, dos contrincantes y un solo ganador. Él es mi ganador, tú eres mi perdedora.

— Y tú serás el muerto.

Pateo su abdomen. Gunther retrocede encorvandose de dolor, chasquea sus dedos y los socios salen de sus coches. Los tres me miran, miradas cargadas de odio y llenas de sed de sangre. Sí, ellos también se encuentran en mi lista de personas que deben morir antes que yo.

Mafia Alemana | Herederos 1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora