Epílogo

45 10 4
                                    

7 de octubre del 2020.

Dylan.

Por los altavoces se escucha otro llamado a los pasajeros con mi destino. Soy consciente del ruido de las ruedas de decenas de maletas que, a diferencia de mí, son conducidas por personas que tienen ánimos de subir a tiempo.

Pero, ¿cómo querer hacerlo si no la he visto?Lorena no ha venido a despedirme como mi familia, mis amigos...como todos.

—Por favor, atención, pasajeros para el vuelo...

Tapé mis oídos para no volver a escuchar la voz de esa mujer, me irrita.

Vuelvo a sentir ese dolor punzante, desgarrador, que me ahoga en tinieblas de sufrimiento solo con pensar que si no ha venido es porque ha decidido renunciar a lo nuestro.

El dolor me hace evocar que en tan poco tiempo he perdido tanto y me es imposible no recordar a Oslo; la manera en la que intentó oponerse, como si supiera lo que yo había decidido hacer con su vida, como se la quité con un simple  "estoy listo" lo cierto es que nunca se está listo para ver cómo le quitan la vida a una persona que amas, para mí Oslo era más que un simple perro. Recuerdo el momento exacto en que sus ojos se volvieron pesados, mi declaración de que la muerte se había adueñado de ellos. Nunca rompimos el contacto visual, no hasta que la muerte me quitó eso.

Entonces todo se suspendió a mi alrededor, negué con la cabeza intentado enfrascarme en que hice lo correcto, pero cómo creerte si en el fondo sientes que hiciste todo mal, todo por derrumbarte a ti mismo.

Y si hubiera una máquina del tiempo, no cabría dudas de que la robaría con tal de intentar hacer un retroceso y fijarme en cada detalle, alargar por lo menos un segundos más lo que eran sus ladridos al yo llegar, sus lamidas, su forma de jugar. Simplemente su mera existencia.

Me apreté el pecho azotado por el dolor. Ahora también la perdería a ella.

Mi mundo se caía en pedazos y yo solo podía ver los trozos regados a mi alrededor, sin siquiera poder agacharme y unirlos. Extirpar algún órgano dolería menos que solo pensar que ni siquiera la tenía a ella.

Di un último vistazo antes de pasar los controles, la revisión, y caminar para tomar mi vuelo.

—Dylan.

No.

Estaba soñando.

Era ella, era su voz.

Con miedo a que mi cerebro estuviera paranoico, giré sobre mis talones y me perdí en sus lindos ojos.

¿Qué importaba que el mundo se quebrara y estallara en mil pedazos? ¿Qué importaba si la luz del sol se extingue?  ¿Qué importaba si un meteorito impactara contra nuestro planeta? ¿Qué importaba si se desataba la tercera guerra mundial?

Nada.

¿Te digo lo que sí me importa? 

Ella. ¿Y sabes por qué?

Porque la gravedad se extinguió sin motivos, sin porqué, dando paso a la flotación divina de mis sentimientos acariciados con su presencia.

Porque Lorena aferraba en su mano cerrada en un puño una maleta.

Caminó sin prisas hasta mí, entonces el olor a ella mezclado con colonias embargó mis sentidos, mi nariz. Sin previo aviso tomó mi cara entre mis manos y movió sus labios al compás de mi corazón que amenazaba con salirse de mi pecho y llegar a sus manos.  Exigente, demandante, reclamando lo que nunca ha perdido. Eso sería lo más cercano a el beso que me robaba.

Sin duda su simple beso robó mi angustia.

—No te ibas a librar de mí tan fácilmente. — Expresó con alegría.

Quería preguntarle de todo esto, pero ya habría tiempo, ahora solo quería fundirme en su presencia.

—Seamos como una respiración...— la oí decir, inmediatamente evoqué lo que le había dicho mirando las estrellas.

—...;el motivo de nuestra existencia.

Tomados de manos, riendo sin motivos, caminando entre las plumas del éxtasis que solo el amor podía regalar, nos dirigimos para abordar el vuelo.

Y entonces, fui consciente de algo; tendría todo un vuelo y esperaba que mi vida entera para hacer lo que más me gustaba, para seguir mi plan de Molestando a Lorena.

Fin.

Molestando a Lorena ✔️Where stories live. Discover now