2.Miradas

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28 de enero del 2020.

Con los auriculares puestos sonreí ante Agustín y Matilde, mis hermanos gemelos de once años. Agustín se quejaba mientras tiraba de su cuchara la sopa hasta la sopera, decía que era comida para encarcelados y Matilde hacía muecas desagradables. Yo, por mi parte, celebré comiendo del tocino y los huevos revueltos.

—Estoy bien. Lo juro, papá dile que ya estoy sano — Agustín fingió ser fuerte y papá frunció sus labios para evitar una sonrisa casi inminente.

—Vale, campeón — palmeó su hombro — creo que tiene razón, Eva, se ve muy sano.

Agustín le mostró su sonrisa carente de falsedad, Eva, mi madre, lo miró desconfiado.

—El termómetro y llama a un médico para verificar que esté bien  — pidió hacia la que llamábamos Nana, ella nos aguantó desde pequeños.

Agustín palideció en su silla sabiendo que el termómetro no se dejaría sobornar por él porque —obviamente — no tenía vida, aparte de su miedo a los doctores. Aguanté la carcajada cuando comenzó a tomar de su sopa y lo hizo como si aquello fuera lo más bueno que había probado en su vida.

Mis hermanos habían estado bajo las garras de la gripe, pero lo que hicieron fue exagerarlo aún más, lo que hizo que nuestros padres se pusieran en plan sopas, remedios y tés.

Papá ojeo el reloj de su muñeca y la mueca de disgusto se talló.

—Llevamos cinco minutos de retraso.

—Le pediré a Ernesto que lleve a los niños.

Minutos después nos encontrábamos en la entrada del Marcos de Gavilla, donde una gran multitud se acumulaba en diversos puntos de la entrada. Parecía que algún tema les causaba bastante interés porque podía oírlos decir:

—Ni siquiera está con él.

—Es una zorra.

—¿Cómo puede ser tan hipócrita como para acostarse con Bryant?

—Y se hace la mosquita muerta.

—Lawnny no se le acerca.

—Ella los arruinó.

Podía darme cuenta claramente de que observaban a una chica de pelo castaño, término medio, ondulado. Tenía unos bonitos rasgos faciales y un cuerpo bien bendecido. Pero las miradas que recibía no eran de amor o admiración, eran de odio. Casi es como si le dijeran: «Si no desapareces te juro que te clavare un cuchillo en la yugular»

Creo que ella también notó que hablaban de ella porque caminó con la cabeza baja hacia los pasillos del instituto, detrás de ella iba otra chica.

El ruido de unos neumáticos rechinando me hizo girarme a ver de dónde provenía este. Sacado el casco, el chico sacudió su cabello y una sonrisa encantadora se formó en sus labios. Juro que oí suspiros.

Estacionó su moto y sonrió mirando a todos lados, una morena le susurro alguna cosa al oído y él sonrió guiñándole un ojo y asintiendo.

—Holaaaa. Holaaaa — coreó una voz, aparte la mirada de él, de Dylan, y miré a la persona frente a mí. — ¿podrías irte tú sola y decirle a Nana que estaré con unas amigas?

Molestando a Lorena ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora