Capítulo 2

49 16 0
                                    

Llegaron callados al extremo del bosque. Se apoyaron contra los primeros árboles que avistaron, estaban tan agitados que su respiración se escuchaba lo bastante alta como para hacer eco y que las aves abandonaran sus nidos y saliesen volando de la zona.

—¡¿Tenías que discutir en medio del caos?!— exclamó Jungkook, tocando su pecho. Nunca había corrido tanto en su vida—. ¡Maldita sea!, ¡¿quién eres?!

—¡No!—Jimin ya estaba repuesto. Caminó firme hasta él y puso el cuchillo en su cuello y la otra mano a su costado, acorralándolo contra el árbol.

Jungkook retrocedió levemente por instinto y permaneció quieto en su posición, sería una estúpida acción tratar de zafarse de su aprehensión. Si lo intentaba tal vez podría ir contra Jimin, tenía fuerza, eso incluso Jimin lo supo después de que no lograra soltarse con éxito de su agarre y lo arrastrara con brusquedad hacia lago; aun así era bastante idiota si no era precavido con un desconocido que en cualquier oportunidad te podría clavar el filo entre los ojos en medio del solitario bosque.

Jungkook le sacaba varios centímetros a Jimin, por lo que este alzó en mentón, sin dejarse intimidar. Decidido, rugió las palabras entre dientes.

—¿Quién eres tú?

¿Qué hacía tan lejos del pueblo? Dos clases de personas entraban en esa categoría, ninguna era agradable.

El pelinegro sostuvo la mirada inquisitiva de Jimin y guardó mutismo por unos segundos. Su respiración dispersa se oía cerrada, obstruida por la prenda que le cubría, subía y bajaba en un vaivén críptico.

—Jungkook— levantó las manos paulatinamente, para demostrar sus nulas intenciones de amenaza contra su persona. Su voz se oyó tranquila y ronca—. Me llamo Jungkook.

Jimin le observaba con presentimiento insidioso, sus ojos se mecían entre los de Jungkook, tratando de leerlo. Escondido por una fina capa, Jungkook traía pantalones azulados ligeros, con cinturón de cuero para armas, una camisa color caqui todavía más delgada, y unas botas altas que lucían de material extensivo, con cordones sumamente largos que envolvían sus piernas. No era ropa de un cualquiera, a menos que fuesen robados.

—No deberías estar acá solo— susurró Jimin, sus músculos tensados en la quijada.

—Tú tampoco— contestó por lo bajo.

Jimin, con cierta lentitud, alejó la mano que apoyaba contra el árbol y la acercó a las prendas sucias y ensangrentadas del muchacho. No pidió permiso cuando, con total atrevimiento, las bajó por completo para examinar las facciones del extraño, sin dejar de presionar el filo en su cuello por sobre la tela.

Recorrió el rostro suave de Jungkook, demasiado suave como para ser propiamente del bosque, confirmó enseguida que no pertenecía a sus tierras. Sangre de svalar se deslizaba por su párpado, impregnada en sus pestañas, se arrastró hasta la mejilla. Mejilla que direccionó a una cicatriz por parte inferior, y debió admitir que tenía una mandíbula firme que encajaba impecable con su nariz curvada sutilmente en la punta. Los labios los tenía agrietados y secos, estaba deshidratado y congelándose. No le daba más tres días que llevaba por esos alrededores, nadie soportaba tanto.

Aunque era delgado, no estaba enflaquecido por falta de comida, de hecho lo veía lo suficientemente repuesto como para aguantar otro día.

Sus ojos, brillosos y profundos por su color oscuro transmitían un enigma indescifrable, la mezcla de seguridad y de algo más que no supo cómo interpretar, pero sí entendió que no le temía a Jimin. Si no le atacaba era, o porque lo haría cuando estuviese completamente indefenso, o porque no tenía razones para hacerlo. Quería creer lo último.

Crisálida del Némesis (KookMin)Where stories live. Discover now