CAPÍTULO 45

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Kina adoraba que su padre le relatase la historia de cómo había conocido a su madre

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Kina adoraba que su padre le relatase la historia de cómo había conocido a su madre. Había ocurrido durante el Día de las Luces, en su pueblo natal. A sus dieciséis años solo buscaba divertirse; cada año competía con sus amigos para ver quién podía encender la mayor cantidad de velas en la calle, un empleo por el cual un anciano les pagaba. Él solía llevarse el primer puesto desde los doce, pero ese año quedó en último lugar. Así como Lucien había quedado encandilado por la presencia de Lilith, su padre se había congelado en medio de la calle principal del pueblo al ver a su madre. El corazón le había latido tan rápido que podría decirse que había sufrido de taquicardia, pero no era así. Sabía que no era así. Él la había hallado. Había hallado a la persona que había buscado sin saber siquiera que estaba en medio de una búsqueda. Ella era hija de un comerciante, él vivía en la pequeña panadería de su padre. Había sido difícil en un principio; las diferencias de clase los había convertido en el chisme de moda, hasta que el abuelo materno de Kina comprendió que permitir la unión de dos afines era lo correcto. Su padre le prometió que cuidaría de su hija, y años después consiguió un puesto en un banco y se mudaron a París, donde Kina nació.

     A diferencia del gran común de las parejas, Kina no recordaba el momento exacto en el que había conocido a Jeff. Sabía que había sido durante el verano del 98, pocos meses después de su nacimiento, cuando ni siquiera sabía gatear. Pero eso no era un recuerdo; era una anécdota que su madre le había contado cuando creía que Jeff podría ser su afín, antes del incidente en la secundaria, y su padre siempre la entrelazaba con su historia porque Jeff le recordaba a él en su juventud, pero claro: él jamás se había metido en tantos problemas a tan temprana edad.

     Jeff siempre había estado allí. Siempre había formado parte del mundo en el cual ella había crecido. No conocía un mundo sin él. Aunque, cuando había estado a punto de hacerlo, todo a su alrededor había empezado a desmoronarse. Y es que, si ella era París, Jeff era sus luces. Lo quería con cada parte de su alma, incluyendo los defectos, esos que habían tensionado la relación durante los últimos días. Esos que ahora mismo la hacían preguntarse si había sido demasiado ingenua al vestirse de gala.

     Sentada sobre el baúl al pie de la cama, contempló la falda con varias capas de tul color lavanda y se desinfló en un suspiro. Clarice la había ayudado a ondular su cabello con el rizador para después colocar el tocado floral sobre un costado, y Martha se había encargado de que sus ojos y mejillas adquirieran color. Los zapatos eran los más altos que alguna vez se había puesto, y, cerca de su corazón... «Deberías haberlo sabido», pensó al contemplar el prendedor de Jeff.

Sangbìbiers IV Rex RexumUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum